Los jardines tienen su origen entre los años 1630 y 1640, cuando el Conde-Duque de Olivares (Gaspar de Guzmán y Pimentel), valido de Felipe IV(1621–1665), le regaló al Rey unos terrenos que le habían sido cedidos por el duque de Fernán Núñez para el recreo de la Corte en torno al Monasterio de los Jerónimos de Madrid.
Así, con la reforma del Cuarto Real que había junto al monasterio, se inició la construcción del Palacio del Buen Retiro. Contaba entonces con unas 145 hectáreas.
Aunque esta segunda residencia real iba a estar en lo que en aquellos tiempos eran las afueras de la villa de Madrid, no estaba excesivamente lejos del Real Alcázar y resultó ser un lugar muy agradable, por estar en una zona muy boscosa y fresca.
Bajo la dirección de los arquitectos Giovanni Battista Crescenzi y Alonso Carbonell se construyeron diversos edificios, entre ellos el Teatro del Buen Retiro, que acogió representaciones de los dramaturgos españoles del Siglo de Oro, entre ellos Calderón de la Barca y Lope de Vega.
Perduran aún el Casón del Buen Retiro, antiguo Salón de Baile con frescos de Lucas Jordán, y el llamado Salón de Reinos, un ala del Palacio del Buen Retiro decorado antaño con pinturas de Velázquez y Zurbarán, entre otros; y los jardines de la posesión real.
Éstos se formaron al mismo tiempo que el palacio, trabajando en ellos, entre otros, Cosme Lotti, escenógrafo del Gran Duque de Toscana, y edificándose una leonera para la exhibición de animales salvajes y una pajarera de aves exóticas.
El Estanque grande, escenario de naumaquias y espectáculos acuáticos, el Estanque ochavado o de las campanillas y la Ría chica pertenecen a este período inicial.
A lo largo de la historia, el conjunto sufrió modificaciones, no siempre planificadas, que cambiaron la fisonomía del jardín, como el Parterre, diseñado durante el reinado de Felipe V (1700–1746), la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro en tiempos de Carlos III (1759–1788) o el Observatorio Astronómico, obra de Juan de Villanueva, reinando Carlos IV (1788–1808).
El rey Carlos III fue el primero en permitir el acceso de los ciudadanos al recinto, siempre que cumpliesen con la condición de ir bien aseados y vestidos. Durante la invasión francesa, en 1808, los jardines quedaron parcialmente destruidos al ser utilizados como fortificación por las tropas de Napoleón.
El palacio fue casi totalmente destruido.Tras la contienda, Fernando VII (1814–1833) inició su reconstrucción y abrió una parte del jardín al pueblo, como ya hiciera Carlos III.
El monarca se reservó una zona, entre las calles de O'Donnell y Menéndez Pelayo, donde construyó una serie de edificios de recreo, siguiendo la moda paisajística de la época, que aún se conservan, como la Casita del Pescador, la Casa del Contrabandista y la Montaña artificial.
Reinando Isabel II (1833–1868) se abrió la calle de Granada, que más tarde se llamaría de Alfonso XII, vendiéndose al estado los terrenos comprendidos entre ésta y el Paseo del Prado que fueron urbanizados por particulares.
Tras la revolución de 1868, (la Gloriosa), los jardines pasan a ser propiedad municipal y sus puertas se abrieron a todos los ciudadanos, comenzando una época en la cual, la Ría grande y el Estanque de san Antonio de los Portugueses se transformaron en Paseo de Coches.
Se colocaron las fuentes de los Galápagos y de la Alcachofa, erigiéndose también la fuente del Ángel Caído en lo que fueron terrenos de la Fábrica de Porcelanas, obra de Ricardo Bellver.
En el Campo Grande se edificaron el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez, obra de Ricardo Velázquez Bosco. En esta época, concretamente a finales del siglo XIX, transcurre la novela que Pío Baroja tituló Los Jardines del Buen Retiro, en la que se narra la vida de la capital en torno a este enclave.
Las últimas obras de ajardinamiento fueron las ejecutadas por el jardinero mayor Cecilio Rodríguez, que diseñó la rosaleda y los jardines que llevan su nombre. El maestro Manuel Lillo compuso el pasodoble «Quiosco del Retiro» dedicado al lugar de conciertos matutinos en el que la Banda Sinfónica Municipal de Madrid actúa durante el verano.
El alcalde Enrique Tierno Galván designó a Antonio Mingote como Alcalde Honorario del Parque de El Retiro. Monumento a Alfonso XII El monumento al rey Alfonso XII es un conjunto escultórico situado casi en el centro del parque del Retiro.
En 1902 se convocó un concurso nacional para construir un monumento al rey Alfonso XII, a iniciativa de la reina madre María Cristina. El ganador fue el arquitecto José Grases Riera con un grandioso proyecto en uno de los lados mayores del Estanque del Retiro, compuesto por una gran columnata con gran número de esculturas que rodearía a la estatua ecuestre del rey, inmediata al estanque, todo ello en bronce y mármol.
Al fallecer, fue sustituido en la dirección por Teodoro Anasagasti, que no introdujo modificaciones. El monumento, financiado por suscripción popular, fue inaugurado el 6 de junio de 1922. Todo el conjunto mide 30 metros de alto, 86 metros de largo y 58 metros de ancho, y participaron en su elaboración más de veinte escultores.
Fue la primera estatua conmemorativa de las que durante el pasado siglo fueron poblando los jardines: obras como las de Benlliure, Clará y Mateo Inurria entre otros. En primer término aparece la estatua ecuestre del rey, fundida en bronce, realizada por Mariano Benlliure en 1904.
En el basamento central, «La Paz» deMiquel Blay, «La Libertad» de Aniceto Marinas y «El Progreso» de Miguel Ángel Trilles. En el zócalo, tres relieves de bronce.
Del monumento central avanzan unas escalinatas hacia el estanque, con cuatro leones de piedra que labraron Vallmitjana y Estany. Debajo de sus pedestales, en bronce, cuatro sirenas, obra deParera, Atché, Coll y Alsina. También hay dos leones con amorcillos en cada uno de los accesos laterales al hemiciclo, obras de Francisco Javier Escudero Lozano, Bofill, Arnau y Campmany.
A ambos lados del acceso central en la columnata, «El Ejército» de Montserrat y «La Marina» de Mateo Inurria. En la cara interna, frente al estanque aparecen representadas, en bronce, «Las Ciencias» de Fuxá, «La Agricultura» de Alcoverro, «Las Artes» de Bilbao y «La Industria» de Clará.
La ornamentación de frisos y basamento central fue realizada por Estany. Palacio de Cristal Es sin lugar a dudas el edificio más sobresaliente de los jardines. El Palacio de Cristal, junto con el lago artificial, fue levantado en 1887.
Ambos nacen con vocación internacional, con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas, donde se dieron a conocer flores diversas de ese lugar. Fue la respuesta española a los magníficos invernaderos ingleses, como la Palm House de los Kew Gardens.
En el lago, a los pies del Palacio de Cristal (existe una escalera que se sumerge dentro de él), se pueden encontrar varios ejemplares del ciprés de los pantanos(Taxodium distichum), con la particularidad que tienen sus raíces y parte del tronco sumergido. El edificio está rodeado de castaños de Indias (Aesculus hippocastanum) de envergadura considerable, que acrecientan esa atmósfera de romanticismo de principios de siglo.
Desde hace años contiene exposiciones temporales del arte contemporáneo. Puerta de España La Puerta de España (1893) es obra de José Urioste y Velada (1850–1909), arquitecto y urbanista que acometió profundas reformas en Madrid, como el ensanche de la Gran Vía. Es la entrada a El Retiro desde la calle Alfonso XII. Tras cruzarla, el Paseo de la Argentina nos lleva hasta el estanque.
Paseo de las Estatuas El Paseo de la Argentina del Retiro es conocido popularmente como Paseo de las Estatuas, pues está flanqueado por una serie de ellas dedicadas a los monarcas de España, mandadas hacer para la decoración del Palacio Real de Madrid, durante el reinado de Fernando VI. En un principio fueron pensadas que adornasen la cornisa del palacio. Las figuras fueron realizadas por varios autores, bajo la dirección de los escultores de la Corte Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro.
Llegaron a colocarse en la cornisa del Palacio Real según se puede apreciar en algunos grabados de la época, pero a la llegada de Carlos III a Madrid el rey dio orden de retirarlas, pues consideraba el palacio excesivamente adornado. Por esta razón, se colocaron en distintos lugares de la ciudad (Plaza de Oriente, El Retiro, Jardines de Sabatini) y algunas se llevaron a otras provincias españolas.
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