lunes, 29 de octubre de 2018

Palacio Bauer



Situado en el barrio de Malasaña, en la céntrica calle de San Bernardo, este palacio del siglo XVIII fue adquirido en 1940 por el Estado y desde 1973 acoge las dependencias de la Escuela Superior de Canto. En 1972 fue declarado Monumento Histórico Artístico.


El palacio de los Bauer es uno de los pocos restos de las mansiones de esta clase que perfilaban la antigua calle ancha de San Bernardo de Madrid.​ Construido en el siglo XVIII​ y en un principio destinado al marqués de Guadalcázar,​ fue reformado por Arturo Mélida a finales del siglo XIX al ser adquirido por la familia de los banqueros Bauer,​ ya en época de la Restauración borbónica.​ En 1940 fue adquirido por el Ministerio de Educación Nacional, por un precio alrededor del millón de pesetas.​ En 1972 fue declarado Monumento Histórico Artístico.

Su portada es de estilo barroco. El edificio constituye un típico ejemplo de palacio decimonónico, con fachadas bien compuestas a las calles del Pez y de San Bernardo, en las que destacan zócalos, esquinas y recercados de cantería y en los balcones antepechos de forja. 

En el interior destacan la planta noble, la carpintería y la decoración de los techos de los salones de la crujía del jardín, pero en especial el salón de música —alma de la casona—, de «típico estilo restauración madrileño», obra de Mélida, con ribetes de neorrococó y decoraciones pompeyanas.

Fueron célebres las fiestas dadas por los Bauer en el interior del palacio.​ En el edificio tiene su sede la Escuela Superior de Canto, instalada durante la segunda mitad del siglo XX.

Desde 1869, con la aprobación de la Constitución Española, que en su artículo 21 permitía la libertad de culto religioso en España, la familia Bauer celebraba el sabbat y otros ritos judaicos, a modo de sinagoga privada, en dicho palacio.



viernes, 26 de octubre de 2018

Real fábrica de porcelana del buen retiro



La Porcelana del Buen Retiro fue una de las manufacturas reales de productos de lujo que impulsó la política mercantilista de la Ilustración española. Su calidad era internacionalmente reconocida, y sus técnicas de fabricación se mantenían como un secreto de estado. Se localizó en los Jardines del Buen Retiro, cerca de la localización actual de la fuente del Ángel Caído, y fue destruida durante la Guerra de Independencia Española.

La Real Fábrica del Buen Retiro (denominada popularmente La China) se fundó en Madrid en 1760 por iniciativa del propio Carlos III, que ya había impulsado la fábrica similar de Capodimonte cuando fue rey de Nápoles. De Nápoles llegaron artesanos especializados, y tres cargamentos con el instrumental necesario y la pasta especial para producir porcelana.

El destino de muchas de las piezas fabricadas fue la decoración de Palacio Real de Madrid y los Reales Sitios, donde siguen conservándose buenas colecciones. La Casita del Príncipe del Monasterio de El Escorial tiene una sala totalmente decorada con porcelana del Buen Retiro, con gusto próximo al estilo Rococó. Asimismo, en el madrileño Palacio Real una sala entera muestra las paredes recubiertas por este material, procedente de la Real Fábrica. Sin embargo, la obra cumbre de esta escuela fue el Gabinete de Porcelana del de Aranjuez, diseñada y realizada por el equipo de Giuseppe Gricci.

Aunque a veces puede leerse que los autores de su destrucción fueron las tropas de Napoleón (motivadas, se supone, por la calidad de sus productos, que estaba empezando a hacer daño a la fábrica francesa de Sèvres), en realidad fueron las tropas británicas, comandadas por Wellington (cuya nación tenía intereses industriales incluso mayores). La labor de Joaquín Murat se había limitado a convertir la fábrica en un objetivo militar, al fortificarla con tres líneas de defensa, incluyendo un sistema de bastiones de traza italiana.

Tras la acometida inglesa en la batalla del Retiro (13 de agosto de 1812), el coronel Lefond capituló rindiendo 2.500 soldados, 189 piezas de artillería, 2.000 fusiles y abundante munición e intendencia. Lo que quedaba en pie fue destruido por órdenes del general Hill como parte de los preparativos de evacuación (31 de octubre), incluyendo la voladura de la fábrica y sus almacenes, sin que las autoridades españolas aliadas se interesaran lo suficiente como para impedirlo.



martes, 23 de octubre de 2018

Miguel Ligero



Miguel Ligero Rodríguez (Madrid, 21 de octubre de 1890-Madrid, 26 de enero de 1968) fue un actor de revista, cine y zarzuela español.

Estuvo casado con la vedette chilena Blanca Pozas.​ Siendo aún un adolescente, abandonó sus estudios de bachillerato para convertirse en torero, aunque terminó en una compañía de teatro infantil. Continúa su carrera teatral y se integra en la Compañía de Enrique Lacasa, llegando al rango de galán en 1917.

A principios de la década de 1930, inicia una gira por Argentina, haciendo revista e interpretando Las corsarias, a finales de la misma, durante la Guerra civil española interpretando sobre todo sainetes operetas y zarzuela se marcha a América, y empieza a representar teatralmente el papel de Don Hilarión en La verbena de la Paloma.

Debuta en el cine en 1926, pero será en la década de los 30 cuando alcance un auténtico reconocimiento como primera figura de la pantalla en el cine español de la época. Al inicio de la década rueda en Hollywood versiones para países de habla hispana de películas de la Fox, como Hay que casar al príncipe (1931), de Lewis Seiler o ¿Conoces a tu mujer? (1931), de David Howard.

A su regreso a España, forma pareja artística con Imperio Argentina y ambos ruedan juntos La hermana San Sulpicio (1934), de Florián Rey. Se inicia de ese modo uno de los tándem artísticos con más éxito en el cine de la Segunda República y por extensión del cine español.

Continuarán juntos en El novio de mamá (1934), Nobleza baturra (1935) y Morena Clara (1936), interpretando Ligero el contrapunto cómico a los papeles de Imperio Argentina o de Estrellita Castro como en Suspiros de España (1939) y Los hijos de la noche (1939). Durante ese tiempo aparece en la versión cinematográfica de La verbena de la Paloma (1934), con Raquel Rodrigo.

Tras la guerra Civil la carrera de Miguel Ligero entró en un progresivo declive, no participando apenas en teatro, lo que no le impidió, sin embargo, encarnar papeles destacados en filmes como El rey de las finanzas (1944) y en ocasiones repitiendo personajes que ya antes había interpretado en nuevas versiones de clásicos como Morena Clara (1954), de Luis Lucia Mingarro en esta ocasión con Lola Flores; La verbena de la Paloma (1963), de José Luis Sáenz de Heredia, con Concha Velasco e Irán Eory; o Nobleza baturra (1965), de Juan de Orduña, con Alfredo Landa.

Colaboró en el guion cinematográfico de Sobresaliente, de 1953 y su hijo fue un famoso figurinista.





viernes, 19 de octubre de 2018

Universidad Central



La Universidad Central y, más tarde, la Universidad de Madrid fueron instituciones precedentes de la actual Universidad Complutense de Madrid.

En 1822 se integraron en una única institución las enseñanzas de los Reales Estudios de San Isidro y el Real Museo de Ciencias Naturales de Madrid.​ Mediante real orden de la reina regente de 29 de octubre de 1836, se decretó el comienzo del traslado a Madrid de los estudios de la Universidad de Alcalá. La universidad de Madrid se denominó en un principio «Universidad Literaria». En 1850​ o 1851 pasó a denominarse «Universidad Central»,​ entre 1943 y 1970 se la conocería con el nombre «Universidad de Madrid», hasta adoptar finalmente la denominación «Universidad Complutense de Madrid».

La Universidad Central tiene su origen en la mentalidad renovadora liberal que pretendía dar fin a las enseñanzas tradicionales en las universidades del Antiguo Régimen. En un primer momento se instala en el edificio del Seminario de Nobles de la calle Princesa, pasando posteriormente al convento de las Salesas nuevas en la calle de San Bernardo. En 1842 se confirma el antiguo Noviciado de Jesuitas como el asentamiento definitivo de la Universidad Central.​ El primer proyecto de adaptación del Noviciado a su nuevo uso como Universidad Central es de Francisco Javier Mariategui; tras su muerte fue sustituido por Narciso Pascual y Colomer, a quien se debe la realización del Paraninfo, construido en 1852 aprovechando los muros de la antigua iglesia de los jesuitas. Muchas facultades quedaron distribuidas por Madrid en distintos edificios.

Desde la ley Moyano (1857) esta universidad fue la única autorizada en España para dar el título de doctor, lo que le valió el sobrenombre de «la Docta», hasta que en 1954, fue concedida esta potestad a la Universidad de Salamanca, tras la celebración de su VII centenario, y posteriormente al resto de las universidades españolas de la época.

Por su relación histórica con la Universidad de Alcalá, pues fue esta una de las instituciones que al unirse dieron lugar a la Universidad de Madrid, se le dio oficiosamente durante el franquismo el sobrenombre de «la Complutense», que se incorporó legalmente a su denominación desde 1970, para diferenciarla de la Universidad Autónoma de Madrid fundada en 1968.

A partir de finales del reinado de Alfonso XIII, el 17 de mayo de 1927, comenzó el proyecto de hacer una Ciudad Universitaria en los llamados Altos de la Moncloa, donde se fueron trasladando poco a poco las facultades. Hacia los años de 1960 en el edificio del Noviciado no quedaba más que la facultad de Ciencias Económicas y Políticas.

En 1973, se desgajaron de esta Universidad las Escuelas Técnicas de Grado Superior y de Grado Medio de Arquitectura e Ingeniería y junto con otros centros superiores dependientes de los Ministerios de Defensa, Industria y Obras Púbicas se unieron para formar la Universidad Politécnica de Madrid.

martes, 16 de octubre de 2018

Palacio de la Duquesa de Medina de las Torres



El Palacio de la Duquesa de Medina de las Torres se encuentra en el n.º 23 del Paseo de Recoletos, esquina con la calle del Almirante número 29 de la ciudad de Madrid (España). En la actualidad es un edificio que ocupa el Espacio Miró de la Fundación Mapfre.​ Se sitúa adyacente al Palacio del Duque de Elduayen, con el que guarda cierta semejanza.

Fue construido por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos entre 1881 y 1884. Su edificación se realiza sobre parte del solar que ocupaba el Circo Price. Con cuatro plantas y un semisótano, el edificio mantiene un cuerpo central con dos esquinas. En 1910 fue remodelado añadiéndosele dos torreones en los cuerpos de las esquinas.

Su primera gran reforma la realiza Enrique Simonet Castro, hijo del pintor Enrique Simonet Lombardo, entre 1932 y 1940. La segunda y tercera reformas tienen lugar en los años 1990, 1992 y 1995 por los arquitectos Enrique de León García e Íñigo Ortiz Díez de Tortosa. Actualmente es un edificio que ocupa la empresa Mapfre.

Fue construido entre 1881 y 1884 por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos en el paseo de Recoletos, sobre parte del solar donde estuvo ubicado el Circo de Price, que se traslado en 1880 a la plaza del Rey tras haber sufrido un incendio cuatro años antes. En el resto del solar también se construiría en la década siguiente el palacio de Elduayen, convirtiéndose esta zona en una de las más elegantes de la ciudad, de por sí embellecida por los palacios del Marqués de Salamanca, del Marqués de Alcañices –también Duque de Sesto- y por otros notables edificios de viviendas.

El palacio de Medina de las Torres presenta un alzado de cuatro plantas y semisótano. Está estructurado en dos cuerpos de esquina y un cuerpo central con cinco vanos por planta que conforman una fachada equilibrada en su decoración, pues se repiten los ritmos de los huecos y los machones verticales de ladrillo. Lo que pretendía Ortiz de Villajos era obtener una construcción a mitad de camino entre un palacio urbano y un edificio de viviendas.

En 1910 el edificio toma un aire más señorial y monumental con la construcción de dos torreones sobre los cuerpos de las esquinas, manteniendo las decoraciones verticales y horizontales del estuco y empleando de nuevo los machones de ladrillo. Un dato curioso sobre este palacio son las diferentes y notables alturas de sus plantas: la segunda y tercera alcanzan cada una 4 metros, mientras que la principal llega a medir nada menos que 4,70 metros.

sábado, 13 de octubre de 2018

Arturo Mélida



Arturo Mélida Alinari, nació en Madrid, España, el 24 de julio de 1849. Fue el cuarto hijo de Nicolás Mélida Lizana y Leonor Alinari Adarve, un distinguido matrimonio de la alta sociedad madrileña. Muere en Madrid, el 15 de diciembre de 1902.
Su padre, fue un ilustre jurisconsulto vinculado con la política española, pues durante varios años desempeñó el cargo de Diputado en las Cortes, siendo Secretario de su Majestad con ejercicio de Decretos, Ministro del Tribunal de Cuentas del Reino, Superintendente de Hacienda. Contó con los más distinguidos reconocimientos: fue Caballero de Gran Cruz de la Orden del Mérito de San Luis de Parma, Comendador de la Real Americana de Isabel la Católica y Oficial de la Legión de Honor de Francia.


Su madre, Leonor Alinari, de origen italiano, perteneció a una familia aristocrática de Florencia y su casa solariega en aquella ciudad se consideraba como uno de los palacios más bellos de la época renacentista. Leonor estaba emparentada familiarmente con los hermanos Alinari, famosos fotógrafos de Arte de la época, cuya obra fotográfica se guarda en el Museo Nacional Alinari de la Fotografía en Florencia. Probablemente fue ella la que transmitió a sus hijos el amor por las artes y se encargó de procurarles una sólida educación artística.

Arturo Mélida fue el cuarto de once hermanos, de entre los cuales, mantuvo una estrecha relación familiar con el arqueólogo José Ramón y el pintor Enrique. Los tres hermanos dedicaron su vida al mundo de las artes, hecho que les reportó a cada uno éxito y fama en una modalidad distinta del arte o del saber.

Los hermanos Mélida Alinari: Enrique, Arturo y José Ramón, mantuvieron siempre un estrecho contacto que llevó aparejado un enriquecimiento mutuo del entorno artístico e intelectual que rodeaba a cada uno de ellos, ampliándose éste con nuevos conocimientos técnicos, artísticos e intelectuales, así como nuevas relaciones con personalidades de la élite intelectual y artística de la época.

Los tres estuvieron vinculados con la Institución Libre de Enseñanza, así como con sus miembros más destacados, como Aureliano de Beruete o Manuel Bartolomé Cossío, que fueron los que, entre otros, fomentaron y difundieron el pensamiento positivista francés en España a raíz de su aceptación tras los cambios políticos y sociales suscitados después de la Revolución de 1868.

Arturo Mélida y Alinari obtuvo el título de Arquitecto en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en 1873. La gran capacidad de trabajo que caracterizó a los hermanos Mélida, hizo que también Arturo fuera autor de una formidable producción artística a pesar de que la muerte le sobreviniera en plena madurez profesional, a los 53 años de edad.

La genialidad de Arturo Mélida reside en ejercer y compaginar, a lo largo de toda su vida, las profesiones de Arquitecto, Escultor, Pintor de bóvedas de iglesias y techos de palacios, Decorador de interiores de palacetes y sedes de organismos públicos, Ilustrador de libros, revistas y carteles, Diseñador de mobiliario, vidrieras, abanicos para la realeza y orfebrería, Diseñador de escenografías y vestuario para el teatro, así como también, ejercer durante más de treinta años la enseñanza en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, primero como profesor y luego como catedrático de Dibujo y Modelado arquitectónico. En todas estas disciplinas artísticas alcanzó el más alto prestigio, tanto en España como en otros países, siendo premiadas muchas de sus obras. Así por ejemplo, en Francia, el Pabellón Español de la Exposición Universal de París de 1889, (la de la Torre Eiffel), le dio fama internacional, ya que el jurado de la Exposición otorgó a Mélida uno de los tres únicos premios que concediera a los países participantes. Además, la Academia Francesa le premió con Medalla de Oro y la Gran Cruz Oficial de la Legión de Honor. Así mismo, ingresó en el Instituto de Francia, siendo el primer arquitecto de la historia de España que conseguía tal mérito. Por el conocidísimo Monumento a Cristobal Colón de Madrid, el Rey de Portugal le otorgó la Cruz de Santiago, creada para galardonar trabajos científicos, artísticos o literarios.

El arquitecto madrileño siempre defendió con vehemencia la Integración de las Artes en torno a la Arquitectura, así como la Recuperación creativa de las artesanías medievales, es decir, las Artes Aplicadas y Decorativas, como la Escultura, Cerámica, Vidriería, Rejería, Carpintería, Mobiliario, etc. Mélida coincidía en este sentido con el pensamiento del arquitecto Eugène Viollet-le-Duc. Arturo Mélida siempre tuvo el convencimiento de que el Arquitecto debía dominar, además de los conocimientos técnicos propios de la Arquitectura, los principios de la Pintura, la Escultura y las Artes Decorativas. El planteaba que el arquitecto fuera también un artista-artesano integrador de las artes, exigencia que él mismo llevó a la práctica. Esta actitud artística de Mélida frente al arte industrializado, que anticipa el Modernismo, coincide con la del Movimiento tardorromántico Arts &Crafts impulsado por su contemporáneo William Morris (1834-1896).

Se puede considerar la figura de Mélida como un Artista Total, completo, una personalidad fuera de época que recuerda a destacados artistas del Renacimiento en lo que se refiere al concepto de artista versátil que domina todas las disciplinas artísticas de las Bellas Artes, y en las que refleja, además, profundos conocimientos tanto técnicos como histórico-artísticos.

Arturo Mélida fue un célebre y original artista cuya personalidad fue admirada por el público y ensalzada por la crítica, destacando con extraordinario relieve en el arte español de la época en la que vivió. Gozó de una reputación de artista elegante y gusto exquisito, dotado de una sólida y vasta cultura, así como de un magnífico talento que fue demandado por una extensa clientela de la alta sociedad madrileña, así como también por la administración pública.

A nivel humano, fue un hombre con una personalidad muy atractiva como confirman numerosas fuentes escritas a cerca de su persona. Fue un hombre con alma de artista, vehemente y apasionado, dotado de una gran sensibilidad, así como también de una destacada inteligencia y habilidad para las cuestiones técnicas de su profesión. Tenía fama de simpático y ocurrente, de persona entrañable y de madrileño castizo con esa gracia e ingenio típicamente madrileños que le hacían ser tan querido.

Era un gran aficionado a los toros. En el Castillo de Higares, la finca que en Toledo tenía el Duque de Veragua, el arquitecto madrileño mató varias reses en presencia de lo mejor de la afición y de la aristocracia. El rey Alfonso XII asistía complacido a muchos de estos festejos, en los que Mélida, en más de una ocasión, le brindó un toro. En cierta ocasión en la que el rey Alfonso XII le otorgaba a Mélida la Gran Cruz de Isabel la Católica por su labor artística, el monarca le dijo: “He aquí el premio a tu labor. Te condecoro como un Miguel Angel que eres de nuestra patria”, a lo que Arturo Mélida contestó con aplomo y donaire burlesco madrileño: “Señor, soy mucho más que Miguel Angel, porque yo, además de Arquitecto, Pintor y Escultor, soy torero, y el glorioso Miguel Angel no supo matar toros”.

La intensa vida de trabajo y múltiples actividades de Arturo Mélida fue paralela a una brillante vida social, estando entre sus amistades las más destacadas personalidades de la época. Fue un gran amigo de Benito Pérez Galdós y de otros muchos literatos, arquitectos, pintores y periodistas. Entre sus amistades estaban los señores Duques de Veragua, Conde de Liniers, Velázquez Bosco, Aureliano de Beruete, Salaverry, Bartolomé Maura, Joaquín Sorolla, Madrazo, Concha, Picón, etc.

Aunque Arturo Mélida fue un artista con múltiples facetas, su verdadera vocación fue la Arquitectura, y, como Arquitecto, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en octubre de 1899. Mélida consideraba su profesión como la más noble de las artes y siempre se interesó por todos los problemas relacionados con la Arquitectura, sobre todo los “del estilo”, y sobre este tema trató su discurso de entrada en la Academia, titulado “Causas de la decadencia de la arquitectura y medios para su regeneración”, Madrid, 1899. En este discurso hace una relación de lo síntomas de la supuesta decadencia – que para Mélida pasaba por la mala interpretación del funcionalismo arquitectónico – y, lo más importante, hace una encendida defensa de la arquitectura barroca, siendo Mélida uno de los primeros hombres que reivindicaron el arte barroco dentro de la Academia. Este interés de Mélida por el barroco como medio para regenerar la arquitectura, de salvarla de la decadencia a la que se veía avocada, venía gestándose desde hacía años, ya que en el Ateneo dio una conferencia en 1886 titulada “Rodriguez y Villanueva. La arquitectura y las artes decorativas al principiar el siglo XIX”, en la que hace una defensa de la arquitectura barroca, por lo que su arte tenía de ornamental y decorativo, en detrimento de la arquitectura neoclásica de Ventura Rodríguez o Juan de Villanueva, aséptica y de líneas puras y frías. Fue la primera vez que un arquitecto español puso en tela de juicio la validez absoluta, hasta entonces mantenida, de los principios clásicos como modelo y canon arquitectónico. Además, estableció una comparación estructural entre la arquitectura clásica y la medieval, prevaleciendo a juicio de Mélida ésta sobre aquella.

Mélida fue coherente con estos principios en la práctica, y por ello eligió el estilo gótico de los Reyes Católicos como el más válido como fuente para regenerar la arquitectura de su tiempo, que además presenta una exuberancia ornamental, carácter que defendía él en el barroco.

La elección de Mélida como Académico supuso también, por parte de la Academia, la aceptación de la validez de estos principios en el seno de una institución marcada por la tradición y el clasicismo, y por tanto, su conformidad con el nuevo rumbo que estaba tomando la arquitectura a finales de siglo, representado por Mélida y otros arquitectos que eran profesores de la Escuela y luego serían académicos. Durante más de treinta años Arturo Mélida se entregó con devoción a la enseñanza de la Arquitectura, una labor digna de alabanza al compartirla con tan múltiples actividades técnicas y artísticas de su profesión, formando a su vez a futuras generaciones de arquitectos, a los que inculcó el valor de la plástica y la ornamentación en la arquitectura, orientando la profesión arquitectónica por otros derroteros de belleza e idealismo con el objetivo de rebasar el mero nivel utilitario de la construcción de la vivienda en un sentido práctico.

Arturo Mélida preparaba, meses antes de fallecer, un manual sobre la historia de la enseñanza de la arquitectura en Europa, relacionado con la memoria “Sobre la organización que debe darse a la Enseñanza del Dibujo Preparatorio en la Escuela Especial de Arquitectura”, el cual no pudo llegar a ver la luz, como otros muchos proyectos de Mélida. El arquitecto madrileño tuvo durante toda su vida una relación constante con el Ateneo de Madrid, verdadero centro de agitación cultural y artística del Madrid del siglo XIX, pronunciando conferencias sobre Arquitectura y Artes Decorativas. Fue socio de la institución con el No. 3928 y estuvo en contacto permanente con la entonces denominada Sección de Bellas Artes.

Catálogo de obras

Obras de arquitectura y construcción

Vivienda urbana de Santiago Liniers (Burgos, 1877) y Hotel de la Quinta Tomé de Santiago Liniers (Burgos 1879).
Obras del Congreso de los Diputados: Gabinete doble de lectura y el depósito de libros, y la decoración de la nueva sala de ministros, los dos de estilos completamente opuestos. (1883).
Restauración del Convento de San Juan de los Reyes de Toledo (1881).
Escuela de Industrias Artísticas de Toledo (1882).
Restauración de la Sinagoga del Tránsito de Toledo.
Proyectos fallidos: Restauración del Alcázar y del Hospital de Santa Cruz.
Monumento a Cristóbal Colón en Madrid.
La Exposición de Ganados de Madrid.
La Capilla Panteón de los Marqueses de Amboage en la Sacramental de San Isidro de Madrid.
El Pabellón Español de la Exposición Universal de París de 1889.
El umbráculo del Jardín Botánico de Valencia.

Obras de decoración de interiores, pintura y escultura

Hotel de José Finat (Madrid).
Palacete del Conde de Velle (Madrid).
Palacete del Marqués de Molins (Madrid).
Vivienda del Marqués de Amboage (Madrid).
Hotel del Conde de Muguiru (Madrid).
Casa de Simeón Avalos (Madrid).
Hotel del Conde de Benahavis (Madrid).
Palacio de los Bauer (La Granja, Segovia).
Palacete de Alfred Weil (Madrid).
Decoración del Salón de Actos del Ateneo de Madrid.
Reforma y decoración del gabinete de lectura y del salón nuevo de Ministros del Palacio del Congreso de los Diputados.
Encargos decorativos para casas y palacios entre 1884 y 1902.
Restauración del Castillo de Peña Ramiro (Villafranca del Bierzo).
Palacio de la Duquesa de Denia (Madrid).
Palacio del Duque de Veragua (Madrid).
Decoración de las salas de la Exposición Histórico Natural y Etnográfica (Madrid).
Sala Isabel II del Museo del Prado (Madrid).
Edificio de El Liberal (Madrid).
Palacio Bauer (Madrid).
Ministerio de Hacienda (Madrid).
Iglesia de San Ignacio (Madrid).
Casa de la Panadería (Madrid).
Hotel de Luis de Ocharán (Castro Urdiales, Cantabria).
Iglesia de Santa María de Alcoy (Alcoy, Valencia).

Obra escultórica

Sepulcro del Marqués del Duero (Madrid).
Sepulcro de Cristóbal Colón para la Catedral de La Habana.
Monumento conmemorativo a Cristóbal Colón.
Monumento a Isabel la Católica en Granada.
Proyectos para el Monumento a los Héroes del Dos de Mayo y el Monumento ecuestre a Carlos III.
Ilustración de obras literarias, revistas y carteles

Revista de la Arquitectura Nacional y Extranjera.
Revista de la Sociedad Central de Arquitectos.
El Sortilegio de Karnak (José Ramón Mélida).
La Hija del Rey de Egipto (Georg Ebers).
Diamantes americanos (José Ramón Mélida).
Obras escogidas (Nuñez de Arce).
Los Episodios Nacionales (Pérez Galdós).
Obras dramáticas escogidas (José de Echegaray).
A orillas del Guadarza (José Ramón Mélida).
Las leyendas (José Zorrilla).
La Ilustración Española y Americana.
La Ilustración Artística.
Revista Moderna.
Blanco y Negro.
Madrid cómico.
La Diana.
Andalucía.
Carteles de toros.
Dibujos para la Unión Española de Explosivos.
Dibujos publicitarios para el Teatro de las Maravillas.

Artes decorativas

Cartones para las vidrieras de la Capilla del Obispo (Madrid).
Cartones para las vidrieras de la Capilla de casamiento de la Iglesia de Santa Cruz (Madrid).
Manifestadores de estilo medieval.
Custodia para la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid.
Decoración de abanicos para la realeza.
Diseño del Mobiliario para el despacho de Benito Pérez Galdós en la finca de San Quintín, diseño del mobiliario para los gabinetes de lectura del Palacio del Congreso de los Diputados, etc.
Diseños de vestuario y escenografías teatrales.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Teatro Lara



El teatro Lara es un vetusto teatro a la italiana construido en 1879 en el número 15 de la Corredera Baja de San Pablo del madrileño Barrio de Maravillas,​ en el entorno de lo que desde el último tercio del siglo XX se conoce como zona Malasaña. Nació de la iniciativa particular del "plutócrata Cándido Lara", y fue inaugurado el 3 de septiembre de 1880. Entre los estrenos más importantes habidos en él, destacan Los intereses creados, de Jacinto Benavente, en 1907, y el ballet de Falla El amor brujo, en 1915. Dispone de un aforo de 464 personas y nueve palcos.

Aconsejado por el antiguo revendedor de billetes Ramón García,​ buen conocedor del funcionamiento del público madrileño, el empresario Cándido Lara, tan astuto negociante como ignorante en materia teatral, aceptó la sugerencia de aquél de incluir un teatro en el nuevo edificio de vecinos que estaba construyendo en la Corredera. Así fue levantado el Lara aprovechando los dos espaciosos patios de que disponía la finca y el solar contiguo a la calle de San Roque número 10. El proyecto fue del arquitecto Carlos Velasco que diseñó un local con tres vestíbulos, "pequeño, proporcionado y de agradable aspecto", conocido popularmente como la Bombonera de don Cándido. Fue inaugurado el 3 de septiembre de 1880 con la obra de Bretón de los Herreros Un novio a pedir de boca. Siguiendo la consigna de su opulento dueño y empresario de "contratar los actores más caros", se estrenó el local con la singular compañía formada por actores de la talla de Julián Romea, Balbina Valverde, o el cómico Antonio Riquelme.

El local, inspirado según algunos estudiosos en el «Palais Royal» parisino,​ presentaba fachada clásica con tres cuerpos con zócalo, "orden gigante intermedio" que abarcaba "dos plantas y las galerías de coronación". Dentro, la sala se distribuía en cuatro pisos con "delicada estructura de fundición y barandillas", todo con mucho gusto y bien proporcionado. El diseño incluía un café en la planta baja que no llegó a instalarse al negarse a ello los actores de la compañía reunida para el lanzamiento del local. Los planos muestran también que la entrada a los fosos del escenario se hacía por la finca vecina, con entrada por la calle de San Roque,​ que con las reformas sería sustituida por la escalera de incendios y la zona de carga y descarga. Debido a la normativa municipal vigente en 1872, dispone de claraboyas en la cúpula, telón de acero y dos depósitos de agua, uno en el techo y otro en el suelo, como medidas contra los incendios.

Sin especializarse en ningún género, abarcó desde el popular género chico a la comedia burguesa. En él actuaron algunos de los más destacados intérpretes españoles de los siglos XIX y XX, como Lola Membrives, Rosario Pino, Leocadia Alba, Catalina Bárcena, Emilio Thuillier, Jerónima Llorente o Ricardo Zamacois. Entre sus estrenos de mayor éxito estuvieron Los intereses creados (1907) de Benavente, Canción de cuna (1911) de Martínez Sierra, o el ballet de Falla, El amor brujo (1915).

A la muerte de Cándido Lara, en 1915, quedó el negocio en manos de su hija y con la dirección Luis Yáñez. Entre 1910 y 1930, la empresa superó el inconveniente urbanístico que supuso la dilatada construcción de la Gran Vía madrileña y que bloqueó el acceso a la Corredera. Se aprovechó el impás para hacer obras en el edificio, que en 1916 se le confiaron al arquitecto Pedro Mathet que hizo desaparecer el querido café donde hicieron tertulia Vital Aza, Benavente, Echegaray, Martínez Sierra, Julián Romea y los hermanos Álvarez Quintero, pero le diseñó una portada 'al gusto francés'.

A punto estuvo de desaparecer el Teatro Lara poco antes de la guerra civil española. Y no fue esta vez por la voracidad de un incendio o por la ambición no menos voraz de los especuladores inmobiliarios. La amenaza vino de su propietaria, Milagros Lara, hija y heredera del adinerado don Cándido que, por desconocido despecho dictó en su testamento que fuera derribado el teatro y construida allí una casa de vecindad, "cuyas rentas acrecentarían los ingresos de determinadas obras pías".

Siendo en aquellos días Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes republicano el institucionista Fernando de los Ríos y habiendo recibido "numerosas súplicas" para que evitase el derribo del Lara, resolvió "modificar la cláusula testamentaria, aplicando los alquileres del teatro a la "obra pía", que así resultó más beneficiada, pues se ahorraron los gastos de derribo y reconstrucción".

Aún pudo seguir el Lara deleitando a su público, cada vez menos exquisito, durante casi medio siglo más, hasta que fue cerrado en 1985. Tras su remodelación a cargo del constructor Luis Ramírez, su nueva dueña Carmen Troitiño, reabrió sus puertas el 14 de marzo de 1994, reestrenando una versión de la obra de Alfonso Paso Enseñar a un sinvergüenza.

domingo, 7 de octubre de 2018

Ateneo de Madrid



El Ateneo de Madrid es una institución cultural privada ubicada en Madrid, capital de España, y creada en 1835 como Ateneo Científico y Literario. Por el Ateneo han pasado seis Presidentes de Gobierno y casi todos los Premios Nobel españoles, muchos políticos de la Segunda República y diversos integrantes de la generación del 98, de la del 14 y de la del 27. Entre sus presidentes cabe citar a Laureano Figuerola, Segismundo Moret, Gumersindo de Azcárate, Antonio Alcalá Galiano, Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Cánovas del Castillo, Miguel de Unamuno, Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón y Manuel Azaña.

Los antecedentes del Ateneo se encuentran entre los ilustrados y los liberales del inicio del siglo XIX. Tras la invasión napoleónica de España y la abdicación de José I Bonaparte como rey de España, la organización del país quedó en manos de la Junta Suprema Central y de las Cortes de Cádiz que promulgaron la primera constitución liberal española.

El retorno de Fernando VII supuso la vuelta al absolutismo y la salida de España de los patriotas gaditanos. En Francia y en Inglaterra se refugió la clase ilustrada, perseguida en el interior del país. El regreso durante el gobierno liberal en 1820 de los exiliados promovió, entre otras muchas iniciativas, la creación del Ateneo Español dirigido por Juan Manuel de los Ríos. En 1823, con la vuelta de nuevo al absolutismo del rey Fernando VII (el rey Felón o el Deseado), desapareció temporalmente la institución que tuvo que fijar su residencia en Londres.

La muerte de Fernando VII y el apoyo de los liberales a la causa de Isabel II frente al pretendiente don Carlos, se recuperó cierto ambiente de tolerancia durante la regencia de María Cristina. En 1835 el antiguo Ateneo Español, promovido por la Sociedad Económica Matritense, cambió su nombre por el de Ateneo Científico y Literario, teniendo como fundadores a Salustiano Olózaga, el duque de Rivas, Antonio Alcalá Galiano, Mesonero Romanos, Francisco López Olavarrieta, Francisco Fabra y el propio Juan Manuel de los Ríos. 

De este modo la corporación queda constituida por cuatro secciones : I. Ciencias morales y políticas, II. Ciencias naturales, III. Ciencias matemáticas y físicas y IV. Literatura y Bellas Artes. Concede prioridad a las ciencias útiles y se ignora la música en sus cátedras. El 31 de diciembre de 1860 pasa a llamarse Ateneo Científico, Literario y Artístico. Según consta en el Reglamento de 1876 el número de secciones queda reducida a tres: I. Ciencias morales y políticas, II. Ciencias naturales, físicas y matemáticas y III. Literatura y Bellas Artes. 

Finalmente, con la inauguración del nuevo edificio en enero de1884, la Sección de Literatura y Bellas Artes se subdivide, incluyendo una sección de Música dentro de esta última​. Es entonces cuando abandona su vetusto edificio en la calle Montera e inaugura, bajo la presidencia de Cánovas del Castillo, un nuevo espacio en la calle del Prado nº 21. El solemne acto venía respaldado por la figura de Alfonso XII como socio de la sociedad científico y literaria. La Revista Contemporánea nos deja un detallado testimonio del acontecimiento:

"Gran solemnidad la Apertura del Ateneo. SS. MM. el Rey y la Reina y SS. AA. las infantas Dª. Eulalia y Dª Paz y su egregio esposo, dieron con su asitencia gala y realce al acto, que revistió todos los caracteres propios para llenar una de las más brillantes páginas de la historia de aquella Sociedad. El consejo de Ministros en masa, lo más granado del elemento oficial, altos cuerpos consultivos, Tribunales Supremos, Academias y centros de enseñanza, representantes de la política, de la aristocracia y de la banca, hermosísimas damas, cuanto Madrid encierra de notable y distinguido se había dado cita en el nuevo local de la calle del Prado, completamente invadido desde primeras horas de la noche. El Sr. Cánovas leyó el discurso de aperturas de las cátedras en el presente curso: un discurso majestuoso, profundo, inspirado, tan abundante en bellezas de dicción, como en ideas nuevas y en juicios axiomáticos. ¡Gran fortuna la del incomparable talento del eminente estadista! Cuanto de su privilegiada inteligencia brota se impone siempre entre la admiración y el aplauso de amigos y adversarios, que a una proclaman, con la imparcialidad de la justicia, los acreditados conocimientos del sabio, del literato, del filósofo, del tribuno y del político​".

Asimismo,en su discurso de inauguración, Cánovas recuerda lo que ha de ser el espíritu de la corporación remitiéndose a las palabras del duque de Rivas en su Discurso de 1835:

«Una de las libres asociaciones de ciudadanos, espontáneamente nacidas a la sombra de la libertad, que sin más impulso que el de sus buenos deseos, y sin más estímulos que el de su propia ilustración, se juntan para esparcir gratuitamente las luces (...). ¿Cabe añadir algo esencial á tan claras palabras? No por cierto. Tócame únicamente decir una vez más, que nuestra institución no es sólo de pasatiempo ó recreo, aunque también lo sea, sino de alto sentido y espíritu social; obra, en fin, de progreso y civilización, que con la erección de esta gran cátedra parece que ha de ser cada día más fecunda, y útil, y más merecedora del apoyo y estímulo que por tantas y tantas partes acabamos felizmente de hallar » .

A partir de 1884 adquieren protagonismo las veladas y conferencias sobre música dentro de la entidad a las que asisten los socios, además de un gran número de mujeres. En este sentido, hay que destacar la labor de Guillermo Morphy, el Conde de Morphy, secretario de Alfonso XII, compositor y gran mecenas del arte, quien llevó a cabo una intensa labor como presidente de la Sección de Bellas Artes del Ateneo de Madrid, desde 1886 hasta 1895, impartiendo numerosas conferencias y organizando veladas musicales. 

Destaca su Discurso de recepción que tuvo lugar el 23 de diciembre de 1886, «El arte español en general y particularmente nuestras Artes suntuarias», en el que trata del porvenir artístico e industrial de la España moderna, poniendo de relieve los elementos autóctonos sobre los que reconstruir el arte nacional. Asimismo, participan en la Sección otras figuras destacadas como Emilio Arrieta, Gabriel Rodríguez, Guillermo Morphy, Felipe Pedrell, Menéndez Pelayo, N. Sentenach, Pedro Fontanilla y Emilio Serrano. Al éxito de las veladas musicales contribuyen artistas españoles como Isaac Albéniz, Pablo Casals, Fernández Arbós, Tomás Bretón, Emilio Serrano o Napoleón Verger; mujeres como María Luisa Guerra, María Luisa Chevalier, Isabel Echevarría de Aguirre y Matilde Torregrosa y, por último, personajes de renombre internacional como D´Albert o Francis Planté​.Durante la década de los 90 y con Cánovas del Castillo al frente del Ateneo, se continúan los esfuerzos hacia la modernización de la entidad con mejoras evidentes como la instalación del alumbrado eléctrico, aumento de conferencias, incremento del número de socios y nombramiento de la primera mujer, Anselma Gessler de Lacroix, como socia de honor.

La entidad tuvo como órgano portavoz la revista El Ateneo: revista científica, literaria y artística. De periocidad quincenal y amplia paginación (más de 600 pág.) nace bajo la presidencia de Cristino Martos, y tiene como objetivo recoger el movimiento intelectual de España y del extranjero. Durante su corta vida –del 15 de diciembre de 1885 al 25 de noviembre de 1889– se publicaron 12 números. En el Comité Consultivo de la redacción figuraban Cristino Martos (presidente), el Conde de Morphy (director de la Sección de Bellas Artes), Alejandro Pidal (director de la Sección de Ciencias Morales y Políticas), Marqués de Hoyos (director de la Sección de Ciencias Históricas), Juan Valera (director de la Sección de Literatura), y Fernández Villaverde (director de Ciencias exactas, Físicas y Naturales).

La dictadura de Primo de Rivera suspendió las actividades del Ateneo. Durante la Guerra Civil española se mantuvo abierto y resultó providencial conservar la integridad de sus instalaciones, en especial su Biblioteca, gracias a la labor de Bernardo G. de Candamo, único miembro de la Junta Directiva republicana que permaneció en Madrid durante el conflicto bélico. No obstante, la dictadura franquista limitó la actividad del Ateneo.​ Tras la guerra civil se redujo el número de actividades de corte artístico y la institución se convirtió en un foco de difusión de la ideología del régimen franquista con el objetivo de resaltar los valores conservadores y católicos de la dictadura frente a su carácter militar. En la década de los 60, con José María de Cossío al frente del Ateneo, la actividad política fue dejando paso de nuevo, de forma paulatina, a la actividad artística y cultural. La vuelta a la democracia ha permitido que el Ateneo continuase siendo un importante centro de referencia cultural.

En la noche del 6 de diciembre de 1835 se verificó su solemne apertura en la antigua casa de Abrantes, calle del Prado, 28, esquina a la de San Agustín, y casa que entonces ocupaba la conocida imprenta de Tomás Jordán, el cual, atendiendo a una solicitud de Mesonero Romanos, miembro de la comisión gestora, cedió «el magnífico salón oblongo de dicha casa, y otros contiguos, para la inauguración del Ateneo».​ De allí se trasladó al número 27 de la misma calle; posteriormente se mudó al número 33 de la calle Carretas, después a la plazuela del Ángel número 1 y a la calle Montera número 32. En el inicio del siglo XXI, ocupa el número 21 de la calle del Prado, en un edificio modernista inaugurado por Cánovas del Castillo en 1884. El edificio es obra de los arquitectos Enrique Fort y Luis de Landecho. Arturo Mélida le dio contenido artístico con valiosísimas pinturas de estilo Modernista Ecléctico, a la manera del movimiento de secesión vienés, en el "Salón de Actos". Anselma Gessler de Lacroix, por mediación de su primo el Conde de Morphy, lleva a cabo la decoración del techo de la gran sala central del Ateneo. El magnífico techo realizado sin retribución alguna representa la Elocuencia, que abriga bajo la bandera española la Paz y las Bellas Artes