miércoles, 3 de octubre de 2018

Mancebías



Las mancebías, como lugares reconocidos de prostitución como oficio remunerado, aparecieron en el siglo XIII. En el siglo XIV, la primera mancebía de la que se tiene noticias era la que estaba en la calle de Toledo esquina a la de Arganzuela, ambas denominadas por aquel entonces como calles de la Mancebía. Estaba situada a las afueras de Madrid, a la salida de la puerta de la Latina que se hallaba en la plaza de la Cebada. La mancebía era un enorme caserón que tenía varias entradas y aquellos que preferían entrar discretamente lo hacían por las entradas laterales. Esta mancebía era el gran burdel de la Villa en ese tiempo.

En el siglo XIV el horario de las mancebía era desde el amanecer hasta la medianoche. Las pretendientes a mancebas debían de contar con la autorización previa de la Justicia y el visto bueno del médico. Las mancebas debían llevar como indumentaria trajes de picos pardos, de donde vino la expresión de “irse de picos pardos”.

Felipe II concedió las primeras ordenanzas para regular las mancebías de Madrid. Durante su reinado, la mancebía más conocida era la de la Puerta del Sol, entre el callejón de la Duda y el palacio de Oñate. Se solicitó su traslado porque estaba situada en el camino que empleaban los reyes cuando se dirigían del Alcázar a los conventos de los Jerónimos y de Atocha. Así que se trasladó a la calle del Carmen. Allí, Fray Bernardino de Obregón observó cómo el reclamo de la mancebía era una imagen de la Virgen y consiguió que se clausurara el establecimiento. En su solar se construyó el convento del Carmen. La mancebía regresó a la Puerta del Sol con el nombre de Las Soleras, donde acudían los intelectuales del Siglo de Oro.

En lo que sería futura calle del Ave María existieron varias casas habitadas por prostitutas. El beato Simón de Rojas, confesor de la reina, consiguió que Felipe II ordenara al corregidor de la Villa que las expulsara de aquel lugar. Se derribaron las casas y las mancebías y a consecuencia de ello aparecieron en los pozos niños pequeños que fueron arrojados a ellos y de la exclamación “Ave María” que profirió el beato, le quedó el nombre a la calle.

En el siglo XVII la mancebía más cara de la Villa era la de la calle de Francos (Cervantes). Otra más barata, frecuentada por la clase media, los militares de graduación y comerciantes, era la situada en la calle de Luzón (Señores de Luzón). La mancebía popular, la más barata, a la que acudían los menos pudientes y militares sin graduación se hallaba en la plaza del Alamillo, en la antigua Morería. En Lavapiés estaban las mancebías de Gabriel Hernández, de Mondragón y de la Labradora.

Con la llegada de Felipe V al trono, la prostitución se trasladó al entorno de la calle Huertas, de ahí que se dijera “En Huertas, más putas que puertas” o “En la calle de Huertas, una puta en cada puerta”. Eran conocidas las mancebías de Isabel de Urbina, de la Vieja Rueda y la del Amor. Felipe V mandó cerrar todas las mancebías y creó la llamada ronda del Pecado Mortal para recoger a las prostitutas y llevarlas al convento de las Recogidas.

A finales del siglo XIX la prostitución se localizaba en varias cuevas donde las mujeres públicas se ganaban la vida: las del Observatorio junto al cuartel de María Cristina, las del Príncipe Pío junto al cuartel de la Montaña y las de la iglesia de San Francisco el Grande junto al cuartel de San Francisco. Una de las calles donde proliferaban las prostitutas era la de Ceres (hoy calle Libreros).

En el siglo XX la prostitución se localiza en los aledaños de la Gran Vía, calles de la Montera, jardines, Aduana, Valverde, Barco, etc. La prostitución de lujo se halla en torno a la calle del Capitán Haya y plaza del Cuzco. Y más recientemente la prostitución también se ha instalado en la Casa de Campo aunque, desde que el Ayuntamiento restringió el paso de automóviles por su interior, solamente se ven algunas pocas prostitutas aisladas.

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