Se sabe que este reloj, allá por el año 1480, acaso por viejo o porque estuviera construido con materiales de escasa calidad, daba numerosos problemas a los encargados de su mantenimiento, que lo dejaron por imposible, hartos de tanta compostura. Ante esta situación y también por la elevada suma que pedía por la reparación un famoso relojero toledano, el Concejo pensó que no merecía la pena gastar más dinero en él y decidió construir uno nuevo. Para ello fue necesario hacer una recaudación especial entre los vecinos de 30.000 maravedíes y solicitar antes permiso a los Reyes Católicos. El dinero se recaudó, más mal que bien no debían estar los tiempos para muchos dispendios, pero el Concejo, ante diversas y acuciantes necesidades que tenía Madrid, destinó los maravedíes a distinto menester. Fueron necesarios dos años más para que los pobrecitos madrileños, pechando de nuevo con su pecunia, vieran por fin instalado el flamante reloj en la torre de San Salvador.
Los primeros relojes
Tiempo después, otro reloj se colocó en la puerta de Guadalajara, muy cerca del anterior, en la misma calle Mayor, a la altura de la plazuela del Comandante las Morenas. Y debido a esta proximidad, el reloj de San Salvador fue desmontado en 1522 y armado nuevamente unos metros más allá, en la puerta de Santa María, aproximadamente en el vértice que forma la unión de la calle Mayor con la del Sacramento.Un tercer reloj se cree que fue puesto en la torre de la desaparecida y antigua iglesia de Santa Cruz, ubicada muy cerca de la actual, en plena plaza de Santa Cruz, esquina con la calle de la Bolsa. Esta torre, llamada "la atalaya de la Corte", que era la más alta de Madrid, al igual que la del Salvador estaba a cargo del Ayuntamiento, que costeaba el arreglo del reloj y gratificaba al sacristán para que tocara las campanas en caso de fuego.
Ninguno de estos relojes ha llegado a nuestros días. Cuando en 1572 fue derribada la puerta de Santa María estorbaba para el desfile y actos festivos organizados para recibir a la cuarta esposa de Felipe II, doña Ana de Austria, con ella desapareció también el reloj. Unos años más tarde, en 1580, para celebrar el nombramiento como sucesor al trono de Portugal de Felipe II, unas grandes luminarias con las que se adornó la puerta de Guadalajara provocaron un incendio y su destrucción, incluido el reloj. El de la iglesia de Santa Cruz se supone que se perdió en 1632, al ser demolida su vieja y ruinosa torre para construir otra nueva, ocasión que se aprovecharía para poner un reloj de reciente compostura.
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