En la calle Marqués de Monasterio, número 10, Madrid, se encuentra una tienda de antigüedades conocida como “El Baúl del Monje“. Un lugar en la ciudad, en pleno corazón de ésta, dónde en el año 1998 comenzaron los extraños golpes surgidos de la nada, estallidos de inexistentes cristales, muebles que se arrastran solos por el local o relojes cuyas manecillas enloquecen y giran a ritmos asombrosos y, sobretodo, una de las más extrañas características de los poltergeist: los aportes
Los “aportes” son materializaciones repentinas de cuerpos sólidos, comúnmente de pequeño tamaño. En el “Baúl del Monje“, estas materializaciones se hacían patente en monedas fuera de circulación, botones o pedazos de madera quemada.
Anteriormente, en ese lugar había sido la casa de un abogado, éste al quedarse dormido con un cigarrillo, provocó el incendio del cual no pudo salvarse.
Pero lo que más impresionó a Ángela y a Noel, los dueños de la tienda, fue un suceso sorprendente y a la vez terrorífico, protagonizado por una cabeza de carnero de terracota:
“Cada mañana, cuando ingresaban a la tienda, la encontraban en lugares distinto, era como si una mano invisible, caprichosamente, la cambiaba de lugar. Y como no conseguían venderla, decidieron tirarla a un cubo de basura, fuera del local. Pero a la mañana siguiente, estaba ahí, de nuevo en el local.”
Cansados y sin ninguna explicación de los acontecimientos que se sucedían día tras días, decidieron llamar a un grupo de parapsicólogos, llamados grupo HEPTA. Fueron testigos de muchos sucesos paranormales pero no supieron dar explicación, del “por qué” y del “por qué razón” de dichos sucesos.
Los fenómenos registrados previos a la llegada del grupo Hepta de investigación paranormal eran descritos como agresivos, de gran intensidad y muy frecuentes. En el inmueble, localizado en la calle Marqués de Monasterio número 10, Se producían fenómenos de materialización, apariciones, ruidos inexplicables y movimiento de objetos inanimados todos los días y todos ellos de índole Poltergeist. Algunos de los fenómenos fueron presenciados por clientes de la tienda.
A la llegada del grupo Hepta comenzaron una serie breve de investigaciones que arrojaron los mismos resultados. De aquellas investigaciones emanan las siguientes declaraciones de los miembros de aquel grupo de investigación
Las lámparas comenzaron a moverse solas. Por ejemplo, los adornos cristalinos que cuelgan de ellas aparecían en otras habitaciones. Saltaban delante de tus ojos o directamente se rompían. Se abrían solos los grifos, a veces parecía como si se cayera una vajilla contra el suelo y muchas otras surgía un olor a podrido que se transformaba en un aroma a rosas increíble. Surgía por las habitaciones e impregnaba algunos muebles. Olía a pelo quemado dentro de uno de los armarios.
Estábamos un día organizando la tienda. Encima de la mesa teníamos un velón y de repente se encendió solo. En otra ocasión Noel tiró a la basura una cabeza de carnero porque parecía cobrar vida. Después de tirarla a la basura la encontramos en la puerta del local. A partir de ese día la hemos escondido.
Había días que cerrábamos la tienda y veníamos a ver qué pasaba. Siempre a la misma hora se desencadenaban los acontecimientos. Estando con unos amigos en la salita principal comenzaron a caernos unos trocitos de madera como carcomida y húmeda.
Los fenómenos desaparecieron tan rápidamente como aparecieron, sin dejar explicación alguna, tanto para los dueños como para los investigadores, que siguen preguntándose: “¿Qué ocurrió en ese lugar?”.
Uno de los investigadores, que era físico, utilizó un magnetómetro para realizar alguna de sus investigaciones, que arrojaron que en un punto determinado del local, el campo electromagnético era cercano a 0 nano-Teslas, algo imposible según la física actual; ya que el espacio terrestre es atravesado por diversos campos electromagnéticos.
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