lunes, 27 de mayo de 2019

Personajes (Quique Camoiras)



Enrique Pérez Camoiras, más conocido como Quique Camoiras (Madrid, 7 de diciembre de 1927​ - Boadilla del Monte, 1 de marzo de 2012) era un actor y empresario teatral español, muy popular en los géneros del humor, la comedia y la revista musical.

Durante la Guerra Civil ya trabajó como bailarín en Valencia. Durante 14 años alternó su trabajo interpretativo con sus funciones como administrativo en el Instituto Nacional de Previsión, antecesor del INSALUD. Tras la contienda se presentó en el madrileño Teatro Fontalba, ya desaparecido. Actuó como niño con el nombre de Quiqui P. Camoiras en la película Rojo y negro en 1942. Como primer actor y empresario ha realizado prolongadas temporadas en teatros de Madrid como el de La Latina o El Cómico.

Presente sobre los escenarios madrileños durante más de seis décadas, ha intervenido, entre otros montajes en La dama de Alejandría (1980), de Calderón de la Barca,​ Los marqueses de Matute, El hombre de rojo, Eva al desnudo, Don Armando Gresca, Ponte el bigote, Manolo, Qué solo me dejas, La dama de Alejandría, Blas, qué las das, El diluvio que viene... El año 2007 se despidió de los escenarios protagonizando la obra Y este hijo ¿de quién es?.

En televisión presentó el programa Humor cinco estrellas, de Telecinco, junto a Juanito Navarro.

Entre las películas que ha rodado se encuentran Rojo y negro (1942), Secuestro a la española (1972), Tú estas loco Briones (1980), Adulterio nacional (1982), Cristóbal Colón, de oficio... descubridor (1982), Juana la Loca... de vez en cuando (1983), La corte de Faraón (1985) y Mala yerba (1991).

Su hermano es Francisco Camoiras, popular actor del cine español, habiendo debutado en 1947 como payaso musical junto a Quique.

El actor, que actuó por última vez en 2007, padecía desde hace tiempo "un cuadro complicado respiratorio", al que se sumaba la diabetes.

Quique recibió la Medalla de Oro de la Asociación de Amigos de los Teatros de España (AMITE).

Falleció en Boadilla del Monte (Madrid) la madrugada del 2 de marzo de 2012 a causa de un derrame cerebral.


lunes, 20 de mayo de 2019

Farmacia de la Reina Madre



La Botica de la Reina Madre es una antigua farmacia de Madrid, situada en el número 59 de la Mayor. El primitivo negocio se data hacia 1598.​ Es probable que tomara su nombre de Isabel Farnesio, segunda esposa del rey Felipe V y madre de Carlos III, y de las relaciones y servicios con y para la Real Botica de Palacio.

Algunos estudios asocian su posible origen a la botica que el alquimista veneciano de Felipe II de España tuvo en la calle del Sacramento,​ y al interés del monarca en conseguir algún tipo de plata alquímica para costear sus gastos de guerra. En esa línea pseudo-histórica se da el dato de la inauguración de la botica un 15 de mayo de 1578 (según publicaba sin demasiado fundamento La Correspondencia de España en sus números del 13 y el 15 de octubre de 1874).​ Legendario parece asimismo el dato de que se hiciera famosa por fabricar la pomada facial relajante usada por la Farnesio, abrumada al parecer «por los disgustos de sus nueras»

Durante el siglo xix se hicieron famosas las tertulias reunidas en el antiguo local, reuniendo a liberales, progresistas y republicanos, entre los que pudo estar Benito Pérez Galdós, que menciona esta botica en sus Episodios nacionales.

Desde el 1 de octubre de 1914, la farmacia ocupa la planta baja del edificio modernista obra de Jesús Carrasco-Muñoz Encina y promovido por el boticario Roberto Moreno (cuya familia se había adueñado del negocio ya en las primeras décadas del siglo xix). En 1931 adquirió el negocio José Cid Guerrero cuyos herederos han continuado con el establecimiento farmacéutico.​ Algunos estudiosos anotan el dato curioso de que durante el siglo xix la botica destacara por la venta de aguas minerales embotelladas procedentes de balnearios termales, no necesariamente para beber, sino también para friegas, etc.c​ También se vendía agua destilada en botijones, y el colutorio bucal antiséptico llamado «eau de Suez». Mayor seriedad profesional se advierte en la venta de vacunas contra la viruela.

Domina el espacio interior «un mostrador de caoba labrada con adornos de ángeles y una serie de dibujos geométricos», a partir de la decoración diseñada por Antonio Rosselló en 1914.​ También llaman la atención los dos panales de azulejos obra de Juan Ruiz de Luna, señalando dos años: 1578, el de la fundación, y 1914, «fecha en la que se trasladó la farmacia desde la calle Sacramento hasta la calle Mayor».​ En la primitiva estructura –que se mantiene intacta–,​ destacan los pequeños cajones de madera, «cada uno pertenecía a un cliente en los que se les guardaba su medicación hasta que venían a recogerla».

De la colección de albarelos y botes de farmacia de distintas épocas destacan algunos ejemplares renacentistas.​ Se conserva asimismo «un frasco con polvo de extracto de momia que se usaba para la gangrena». En el sótano que sirve de almacén estuvo un pequeño museo, del que aún se conservan una caja registradora, primitivas básculas para pesar bebés, además de numerosas recetas de las sustancias de opiáceos o fórmulas magistrales de pomadas e ungüentos.​

También fue cantada por poetas decimonónicos como Gorostiza:

Burla burlando apuré
en mi corta enfermedad
tantos diascordios había
en la botica famosa
de la Reina Madre



martes, 7 de mayo de 2019

La Mallorquina



La Mallorquina es una pastelería-cafetería situada en la Puerta del Sol de Madrid, haciendo esquina a la calle Mayor, famosa por ofrecer bollería típica desde 1894 y por ser un animado café de tertulia. Sus tres escaparates muestran golosas variedades de la repostería madrileña.

A mediados del siglo XIX ya existía en el local que ocupa hoy la pastelería, un café y salón de té propiedad de Antonio Garin,​ mientras la antigua Mallorquina estaba en la calle de Jacometrezo, cuyos empresarios, Balaguer, Coll y Ripoll, acabaron comprando el negocio de Garín. Con la reforma de la Puerta del Sol la tienda se trasladó de Jacometrezo a la calle Mayor, en 1894.

El nombre del establecimiento proviene del origen balear de Juan Ripoll, uno de los tres socios fundadores. El establecimiento era a la vez tienda de pasteles (principalmente ensaimadas), de fiambres y de botellas, con un salón interior para tertulias y meriendas con chocolate, café, cerveza, etc. 

Las ensaimadas mallorquinas fueron muy populares en aquella época, tomadas con chocolate. Sus camareros iban vestidos de frac y hablaban francés. Los helados no se servían en copa como era corriente, sino en platillos de cristal con forma de concha con un bollito mallorquín. Balaguer, Coll y Ripoll trajeron a la cocina madrileña dos productos mallorquines, la sobrasada y la ensaimada. En la tienda se podían adquirir estos productos junto con el jamón dulce y el huevo hilado, o tartas como la capuchina y los típicos ponches segovianos.

A comienzos de siglo XX acudían a los salones de la Mallorquina ilustres familias madrileñas y personajes como Francisco Silvela o Raimundo Fernández Villaverde. También tuvo nocturna tertulia de libros, ediciones raras, objetos de arte, etc. presidida por Adolfo Bonilla y San Martín, Aureliano de Beruete y Moret, Julio Puyol y Alonso y Elías Tormo, que firmaban sus ocurrencias con el pseudónimo colectivo El Bachiller Alonso de San Martín. Tras la guerra civil, la familia Ripoll vendió el negocio. A comienzos de siglo trabajó en sus cocinas durante casi tres años como confitero, el cocinero aragonés Teodoro Bardají Mas.

El establecimiento posee dos entradas, una por la Puerta del Sol, nº 8 y otra por la calle Mayor, nº2. Posee dos plantas, en la inferior se pueden comprar diversos bollos y pasteles típicos de la cocina madrileña así como caramelos y dulces diversos: entre ellos las famosas violetas. 

En un lateral existe una cafetería en la que se sirven cafés, chocolate con churros, sándwich mixtos, etc. en la parte superior existe un salón desde donde puede divisarse toda la Puerta del Sol. En 1889 la revista «El diario del gourmet» recorre los establecimientos madrileños y va enumerando las especialidades remarcables de cada sitio, al llegar a la Mallorquina menciona los helados.



viernes, 3 de mayo de 2019

Gastronomía de Madrid "Soldaditos de Pavía"



Los soldaditos de Pavía constituyen un aperitivo típicamente madrileño, así como de algunas partes de Andalucía, que consta de una fritura de bacalao rebozado acompañado de pimiento rojo. Hay autores que afirman que fueron concebidos en Casa Labra, taberna de la calle de Tetuán en Madrid.​ Se suelen servir fríos en algunas de las tascas y bares acompañándose con vino.

El nombre de este plato ha dado lugar a numerosas teorías. Una de ellas menciona que el nombre Pavías se debe a que su color recuerda al del uniforme de los húsares de los tercios españoles que combatieron en la Batalla de Pavía en 1525, en la que las tropas españolas de Carlos I derrotaron a los soldados franceses de Francisco I. Así, la decoración con pimiento rojo se usa para simular los galones de los soldados.

Esta teoría es rechazada por ciertos autores. Una de las razones es que los regimientos de húsares no aparecen en la Europa Occidental hasta bien entrado el siglo XVI. En España la denominación húsar aparece a finales del siglo XVIII y el diccionario de la Real Academia no lo documenta hasta 1817. El Regimiento de Pavía (que lleva una guerrera amarilla y rojo azafranado con pantalones y dolmán azul celeste) fue fundado en Pavía en 1684, es decir más de siglo y medio después de la batalla de Pavía. Pero no se denominó Regimiento de Húsares, ni de Pavía, sino Tercio de Dragones y Arcabuceros de Scheldon, debido a que su primer maestro en la batalla fue el duque de Scheldon. En 1714 pasó a denominarse Regimiento de Dragones de Caylus, luego Regimiento de Pavía 3º de Dragones (en 1718), Regimiento de Pavía 4º de Dragones (en 1741), Regimiento de Pavía 4º de Cazadores (en 1803), Regimiento 4º de Caballería ligera (en 1818), reorganizado en 1824 con el nombre de Regimiento de Pavía 2º de Ligeros. Dos años más tarde fue Regimiento de León 2º de Ligeros; en 1844 fue Regimiento de Pavía 5º de Lanceros, y solamente en 1844 fue Regimiento de Húsares de Pavía; su periplo alcanza hasta el siglo XX. Con esta descripción autores gastronómicos como Néstor Luján mencionan que el nombre nada tiene que ver con la batalla, sino con los trajes de los húsares hasta bien entrado el siglo XIX.​ A finales del siglo XIX, en Sevilla y Madrid, se denominan "soldaditos de Pavía" a unos pastelillos fritos, que recuerdan por su aspecto y colores a la chaqueta de dicho regimiento.

Otra versión sobre el origen de su nombre dice que éste viene dado por el hecho histórico de la disolución de las Cortes por los húsares al mando del General Pavía. Este acto acabó con la Primera República, siendo posible que los madrileños vieran en las casacas de color rojizo de éstos cierto parecido con el plato. Esta versión es cuestión de debate entre autores, ya que algunos niegan esta última afirmación,​ mientras que otros la afirman.​ El gastrónomo y periodista Dionisio Pérez en su obra póstuma «La cocina clásica española» los denomina soldados de cuota.

Los soldaditos de pavía son unas largas tiras de bacalao (el denominado bacalao de molla por no tener piel ni espinas) remojado, empanadas en una pasta de freír, coloreadas con unas hebras de azafrán. Estas tiras se fríen y deben quedar tostadas y crujientes.​ Era costumbre de antaño tomar esta tapa en una tasca, servida en la barra y acompañada de un vaso de vino, siendo alimento de clase obrera y humilde. Se emplea bacalao en salazón cortado en tiras que se ponen en remojo un día antes para reducir el sabor salado y eliminar el sobrante de sal, y antes de freírlo se reboza en una masa con azafrán.

En la actualidad es frecuente que se vierta una cierta cantidad de colorante artificial en la masa del rebozo (en lugar de emplear azafrán) para que el color amarillo final atraiga más a los potenciales consumidores. Este colorante contiene tartracina, con dicho aditivo hay que ser cauteloso pues puede provocar cefaleas (E-102) y es el denominado "amarillo paella", cuya intensidad de color amarillo depende de la concentración y carece de sabor u olor. Es más saludable substituir la tartracina por la cúrcuma que aporta igualmente un apetitoso color amarillo paella y no tiene efectos nocivos. La masa lleva levadura para que crezca durante la fritura (masa orly). Algunos autores mencionan un macerado previo en aceite de oliva, zumo de limón y ajo.​ En algunas ocasiones se sirven como complemento a platos de verduras.