miércoles, 30 de octubre de 2013

Leyenda de la calle de la Amargura.

El pueblo de Madrid alberga en su callejero un conjunto de leyendas, epopeyas, divinidades, hechos milagrosos, relatos un tanto curiosos e incluso estados de ánimo. 




Es el caso de la calle de la Amargura. 
En la actualidad, ostenta este nombre una calle que se encuentra muy cerca del Alto de Extremadura, en la zona suroeste de Madrid.



 En esta ocasión como en otros casos existen distintas versiones que explican el origen de esta calle.
La primera explicación responde a criterios naturales, ya que en la zona existía una laguna donde crecían hierbas de extremo amargor. En este sentido, parece que el nombre proviene del sentido del sabor, sin más.



 Era allí donde se vivían escenas dolorosas de las esposas y los hijos de aquellos hombres que se marchaban a la guerra. Por este motivo, el arzobispo de Toledo, que dirigía la ceremonía y bendecía a los valerosos caballeros, exclamó: “Este es el lugar de la amargura”. De ahí el dicho tantas veces repetido de “me traes por la calle de la amargura”.



Sin embargo, existe una segunda versión que apela a otro tipo de amarguras, las que tienen que ver con los sentimientos, en este caso. Parece que era aquí donde las mujeres despedían a sus maridos durante el reinado de Alfonso XI de Castilla (1311 – 1350).



De este rey se dice que fue inteligente y de talante enérgico. Durante su reinado tuvo que vérselas con numerosas revueltas de la nobleza y pudo acabar con ellas con mano dura. Sus sentencias fueron justas, pero implacables, lo que le valió el sobrenombre de “El Justiciero”. Según las crónicas, a la muerte de su madre María de Molina, los moros granadinos causaban estragos en tierras castellanas.



Alfonso XI se propuso expulsar a los invasores y reconquistar el país, para lo cual hizo un llamamiento a todos los hombres de armas para que se uniesen a su ejército. Cuenta la leyenda que en Madrid fueron numerosos los que acudieron para dar su apoyo al rey y acompañarle en su camino a Algeciras. El punto de encuentro era la calle de la Amargura. Las despedidas fueron tristes. Todas las mujeres (madres, hermanas, novias o esposas) que habían acompañado a esos hombres valientes que partían tan lejos, entre sollozo y sollozo, no paraban de repetir: ¡Qué amargura, qué amargura! Al parecer, fue entonces cuando se acuñó la frase que hoy nos ocupa.



Existe una última versión y es la que señala que por esta calle pasaban los reos que eran condenados a muerte y ejecutados en la Plaza Mayor. 



Esta posibilidad daría al traste con la localización de la actual calle de la Amargura y la situaría en la calle de Siete de Julio (conocida así desde mediados del S. XIX).




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lunes, 28 de octubre de 2013

Leyenda de la calle del Lobo ( Calle de Echegaray )

Calle Echegaray


Aseguran los cronistas de Madrid que la calle que antiguamente se denominaba del Lobo, tomó su nombre de un popular cazador avecindado en ella, famoso por la miseria en que vivía y por una piel de lobo rellena de paja que tenía colocada a la puerta de su casa. 



Sobre este hecho trivial se ha formado la famosa leyenda, tan popular entre los vecinos de Madrid, que nos habla de un muchachito juguetón y alborotado, que todos los días, al pasar por dicha calle, de camino para su casa, se entretenía con el fingido animal tirándole del rabo y de las orejas. 



Nunca había visto el pequeño una piel disecada, y aquella le inspiraba una rara y malsana curiosidad. Muchos días la tocaba y retocaba, queriendo inquirir lo que tendría dentro, sin poder conjugar su aparente naturalidad y su piel verdadera con aquellos ojos de pastiche y aquella absoluta quietud.



Un día, armado de una pequeña navaja, pasó por la calle dispuesto a cerciorarse del contenido de la piel de una vez para siempre. Paseó por la puerta con aire distraído, y aprovechando un momento en que el cazador estaba dentro de la casa, se acercó a la figura del lobo y le cortó el vientre. Cayó un montón de paja del interior, y el muchacho, satisfecho y atemorizado a la vez, se dispuso a huir en el momento en que el cazador salía a la calle. 



No tuvo tiempo de hacerlo, porque aquél, viendo que había destrozado el único trofeo que conservaba de sus cacerías, y a la vez la única riqueza que poseía en el mundo, se precipitó con violencia sobre el muchacho en un ataque de ira y le acribilló a cuchilladas. 



A los gritos del niño salieron los vecinos a la calle y al poco rato su madre, quien cogiendo desesperada entre sus brazos el cuerpo ensangrentado, corrió con él hacia el estudio de un escultor, en el cual se encontraba la imagen de la Virgen más cercana. Curó el niño de sus heridas, y la imagen (Nuestra Señora de la Soledad, o de las Maravillas, que con los dos nombres se conoce) fue trasladada pocos días después al Monasterio de Carmelitas, a donde estaba destinada. 



Todos los vecinos acudieron en procesión al acompañamiento de la Virgen, y entre ellos la madre y el niño milagrosamente curado. Cuentan que entonces apareció, desde el corral de las monjas de Santa Juana, una paloma que, posándose sobre la imagen, la acompañó volando todo el trayecto. 



A partir de este hecho, la calle del Lobo cambió su nombre por el de la Paloma, en recuerdo del fantástico suceso. El pueblo de Madrid asegura que desde entonces también la Virgen de la Soledad tomó el sobrenombre de Virgen de la Paloma.



La leyenda cuenta que este sitio se llamó calle del lobo 
en honor a este suceso. 
Esta calle, hoy recibe el nombre de Echegaray.


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viernes, 25 de octubre de 2013

Leyenda de la calle del Mellizo


La leyenda de la calle del Mellizo se centra en la etapa en la que reinaba Felipe IV. 



 En aquella época, había una monja en Madrid, en el convento de Carrión de los Condes, que llegó a ser una mujer muy conocida en aquella época. 



El motivo por el cual la monja gozó de fama y fue conocida en toda la ciudad es por los milagros que hacía. 



 Sor Luisa, la monja de Carrión de los Condes, repetía milagros por todo Madrid, y hasta la Inquisición llegó a ir tras esta mujer, acusada, incluso, de brujería. 



 El caso es que la leyenda cuenta que en una ocasión, sor Luisa estaba en un mercado comprando, y allí coincidió con una mujer que tenía dos mellizos, que contaban con un par de meses de vida. 



Esta mujer era pobre y apenas tenía recursos para dar de comer a sus hijos, que se les veía completamente desnutridos y con un aspecto que invitaba a la muerte. La madre no tenía leche para amamantar a los pequeños, y sor Luisa, ante el asombro de todos los presente, obró el milagro y consiguió que en los pechos de la mujer surgiera leche. 



El milagro estaba hecho, y nadie podía explicarlo. Sor Luisa huyó aprovechando el momento de desconcierto, sabiendo que podía ser capturada. Pero no duró mucho, ya que fue capturada y llevaba a la cárcel, lugar en el que murió unos años más tarde. Uno de los mellizos murió y el otro se hizo famoso y rico al contar el suceso de sor Luisa. En honor a esta leyenda, en Madrid podemos encontrar la calle del Mellizo, en la zona en la que hoy se despliega el Rastro.




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miércoles, 23 de octubre de 2013

Leyenda de la calle del Pozo


Según una tradición, en la calle del Pozo estaba la casa de Francisco de Viarte en la que había un pozo, por el cual penetraron los soldados calvinistas que acompañaban al archiduque Carlos en la guerra de Sucesión hasta el vecino convento de la Victoria. 



Tras saquearlo, robaron las joyas que guardaban los monjes, entre ellas dos espinas de la corona de Cristo guardadas en un relicario de oro y piedras preciosas quedándose con éste y tirando al pozo las espinas. 



Desde aquel momento, el agua del pozo, que siempre había sido amarga, se transformó en dulce y potable, llegando incluso a curar a algunos enfermos que la bebieron. 



Y así permaneció hasta que años más tarde, al sacar agua en un caldero, aparecieron las espinas y el agua se volvió amarga de nuevo. Otra tradición cuenta que el pozo pertenecía a un tal Solórzano, del cual saltaban basiliscos que luego se convertían en sapos, perros, gatos y otros animales. 



Se dice que un caballero murió por mirar a los ojos a uno de estos animales y que al ir a enterrarle salieron del ataúd más de veinte mil bichos de todas las clases. 



 Horno del Pozo 
(hoy bajo la denominación de Antigua Pastelería del Pozo) 
es una pastelería centenaria de Madrid, fundada en el año 1830. 



En el siglo XX fue comprado por el repostero Julián Leal Charle. Se encuentra muy cerca del centro de Madrid. Famosa por elaborar un producto típicamente madrileño como son los bartolillos (masas fritas en forma triangular elaboradas de harina de trigo) y los hojaldres de la Capital. 



El nombre de esta pastelería se debe a la calle donde se encuentra ubicada, Calle del Pozo, y ésta a un pozo con fama de milagrero que aquí se encontraba.






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sábado, 19 de octubre de 2013

Calle del Ave María

Calle del Ave María


Lavapiés es uno de los barrios con más solera y arraigo de Madrid, hoy sinónimo de multiculturalidad.



 Esta zona lleva a sus espaldas más de 500 años de historia. 



Siglos que dan para cientos de anécdotas, leyendas y hazañas.



 Tras su fachada, un torrente de curiosidades como la que pudo originar la aparición de la Calle del Ave María.



En el Barrio de Lavapiés se ubicó antiguamente la judería de la ciudad pero con la expulsión de los judíos de esta zona en el Siglo XV rápidamente se comenzó una cristianización de la zona.



 bautizando a las calles con nombres de exaltado carácter religioso como  “Calle del Amor de Dios”, “Calle de la Fé” o la que nos ocupa en esta ocasión “Calle del Ave María”. No obstante, esta sinuosa vía que va desde la Calle de la Magdalena hasta la Plaza de Lavapiés arrastra además una oscura leyenda.



Una versión que vemos representada en la placa que acompaña la calle y que nos recuerda que esta vía estuvieron ubicados numerosos burdeles. Unos locales en los que se producían a diario escándalos y altercados y que hacían complicado el día a día de los vecinos. 



Al enterarse de esta situación, el beato Simón de Rojas trató de convencer en numerosas ocasiones a las prostitutas para que abandonasen su actividad peros siempre era recriminado por insultos y amenazas.



Harto de esta situación, el confesor de Felipe II aprovechó su situación para hablar con el monarca y pedir al Rey que demoliese esas problemáticas viviendas, petición que fue atendida de manera positiva. El verdadero escándalo, al parecer, vino con el derribo de las casas cuando en sus pozos se encontraron multitud de cadáveres, tanto de adultos como de niños. Un macabro hallazgo ante el cual, el beato reaccionó exclamando un sonoro: ¡Ave María!



Según otra versión, en esta calle residía un grupo de moriscos que tuvieron que abandonar España tras la expulsión decretada por Felipe III. Para cristianar una zona que había estado ocupada por supuestos enemigos de la fe, se designó a esta calle con el nombre de Ave María, del mismo modo que a una calle cercana se le puso el nombre de calle de la Fe.



Antes de llamarse así, consta que se denominó del Barranco. 
Entre 1936 y 1939 recibió el nombre de Luis Santa María.

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