jueves, 28 de diciembre de 2017

Calle de Leganitos



La calle de Leganitos es una antigua vía urbana del barrio de Palacio del distrito Centro en Madrid. 

Desciende desde la plaza de Santo Domingo hasta la plaza de España y corre paralela al tercer tramo de la Gran Vía. Toma su nombre del primitivo arroyo y fuente de Leganitos, que también podría extenderse como espacio relacionado a la plaza de Leganitos (en su origen plaza de la Alcantarilla de Leganitos), desaparecida en el siglo xx con la construcción de la explanada de la plaza de España, que ocupó asimismo el antiguo prado de Leganitos. Existente como calle desde el siglo xvii, a lo largo de su historia llegó a ser una vía más larga, cuando en 1835 se extendió por la que antes fuera calle del Pardo (tal y como se ve en el plano de Teixeira de 1656.

El Decano de los cronistas de Madrid, Ramón de Mesonero Romanos, en sus Paseos histórico-anecdóticos por las calles y casas de esta villa (El antiguo Madrid) presenta así

...La calle de Leganitos, que desde la plazuela de Santo Domingo corre hasta los confines de la población entre Norte y Oeste, es una extensa vía de regular caserío, aunque poco notable, como destinado a habitaciones particulares, excepto el edificio que sirvió de colegio Real de Santa Bárbara para niños músicos al servicio de la Real capilla, fundado por Felipe II en 1590, y que dirigió en tiempo de Fernando VI el célebre Carlos Broschi (Farinelli), y produjo en todos tiempos excelentes discípulos, conocidos en el mundo filarmónico. El nombre de Leganitos o Leganés, aplicado a esta calle y cuartel, era el mismo que de antiguo llevaba aquel sitio montuoso, y parece que viene de la voz árabe algannet algannit, que significa las huertas, sin duda por las que habría, y de que aun existe alguna hacia la Montaña del Príncipe Pío. Entre ésta y la plazuela de Santo Domingo, por donde ahora van la calle de los Reyes y la de San Marcial, en el valle u hondonada formada.

entre ambas colinas, corría al descubierto una esgueva o barranco procedente de la parte alta de Santa Bárbara, obstáculo formidable para la comunicación con el nuevo distrito de los Afligidos, que fue disimulado en parte, durante siglos enteros, por medio de un puente que venía a estar frente a la calle de Leganitos, y está señalado en el plano de 1656. 

Posteriormente, en el siglo pasado, siendo gobernador del Consejo el señor Figueroa, se cubrió la famosa alcantarilla, que a pesar de su ancha boca para recibir las arroyadas de dicha calle alta, ocasionaba en las grandes avenidas peligros y destrozos.

Como expone Mesonero, parece que el nombre de la calle proviene de «al-gannet» o «al-gannit», que en árabe significa huertas o de las huertas, refiriéndose a la industria morisca que tuvo tradición en esta zona regada por la fuente de Leganitos y su arroyo, y que según Répide, tras la ocupación cristiana, pasaron al cuidado del monasterio de San Martín.

Por su parte, el cronista Carlos Cambronero y el ensayista Hilario Peñasco recogen en su manual sobre las calles de Madrid, algunos datos sobre la evolución urbana de esta calle, anotando «antecedentes de construcciones particulares desde 1612». Un año después el Concejo madrileño acordó ensanchar la calle respetando sin embargo los álamos que la poblaban. En 1618 se emprendió la construcción de un puente que salvara el arroyo de Leganitos para unir la Villa con el camino que iba a San Bernardino (antiguo monasterio de Descalzos Franciscos); y para ello se requisó parte de la huerta de Francisca Valdemoro.​ El puente aparece dibujado en los planos de Mancelli (ca.1630) y Teixeira (1656).​ Como, a pesar del puente, el barranco siguió siendo un espacio peligroso y dificultando sobremanera la expansión de la villa por su costado oeste, en sucesivas ocasiones se iniciaron proyectos para rellenarlo ya en el siglo xviii, aunque todavía un siglo después una copla popular informaba de que.

Dicen que van a hacer calle
el barranco de Leganitos,
que todo lo puede Dios
con su poder infinito.


Otro legendario relato del anecdotario religioso madrileño tiene como piadoso protagonista a Francisco de Asís, que en una noche oscura topó en esta calle con un hombre que huía de la justicia implacable de la Santa Hermandad y que suplicó al santo que no le delatase. Poco después se cruzó el franciscano italiano con los armados y furiosos perseguidores que le interrogaron sobre si había visto pasar a un forajido. El santo, usando un ardid que le permitiese evitar la mentira, introdujo los brazos en las amplias mangas de su hábito mientras decía convencido: «Por aquí no ha pasado».

Otro lance violento, recogido por los cronistas, fue la emboscada que en esta calle sufrió llegando a ser malherido, Fernando de Valenzuela, favorito de la reina Mariana de Austria, última esposa de Felipe IV y regente de su hijo Carlos II de España.

Los «capones» de Farinelli

Relata Pedro de Répide –sin ocultar los detalles que evitan precisar Mesonero y otros cronistas posteriores–, que en esta calle estuvo la «antigua casa de los Capones», oficialmente llamada Colegio Real de Santa Bárbara de Niños Músicos, fundado por Felipe II de España en 1590, para seleccionar cantores para la Capilla de Palacio, infantes que, a imitación de los reclutados para deleite del Romano Pontífice «habían de sufrir el lamentable menoscabo de su individualidad, para lograr la perfección de sus voces de sopranos y contraltos».​ La institución, que tuvo entre sus directores a Farinelli, se disolvió con el final del reinado de Fernando VII, y su espacio se convirtió en una almoneda. También recoge el dato Ángel Fernández de los Ríos que en su Guía de Madrid de 1876, sitúa el colegio en el número 35 de Leganitos.

Vetustos edificios

Otros edificios desaparecidos y citados por los cronistas fueron la casa de los antiguos duques de Arjona, sobre la que siglos más tarde se levantó el palacio de los duques de Pastrana, esquina a la plaza de Leganitos –ya inexistente como tal– y la calle de los Dos Amigos, aun conservada. También estuvo en el número 4 de esta vía madrileña una capilla protestante, visitada en mayo de 1906 por la princesa Beatriz –madre de Victoria Eugenia de Battenberg–, con motivo de la boda de su hija con Alfonso XIII.

Otro significativo edificio de la calle es el que desde la primera mitad del siglo xx ocupa la comisaría del distrito Centro, considerada una de las comisarías de Madrid con más trabajo.

Antiguos vecinos

Una moderna placa metálica se colocó en la fachada del número 35, dedicada al compositor italiano Domenico Scarlatti, allí fallecido en 1757 a la edad de 71 años.​ Otra placa similar recuerda que otro ilustre vecinos fue Ventura Rodríguez, Arquitecto Real y Maestro Mayor del Ayuntamiento que vivió en la casa del número 13, donde murió en 1785. Añade Répide en sus memorias madrileñas que en ese mismo edificio moriría también el 2 de agosto de 1880 el escritor Juan Eugenio Hartzenbusch, y en el número 33 el pedagogo leonés, Fernando de Castro («fundador de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer»).

Espacios urbanos asociados

La plaza de Leganitos, así rotulada en el plano de Espinosa, pero más conocida como plaza de la Alcantarilla de Leganitos, por el colector que se construyó en 1618 para encauzar el arroyo del mismo nombre.​ Se reunían en esta plazuela, –perdida hacia 1912 al urbanizarse la plaza de España– las calles de Leganitos, Eguiluz, Santa Margarita y la de los Reyes. Cuenta Répide que le daban encanto unos palacetes del siglo xix, el «jardín de Pastrana, y en otro de sus lados, el pretil que da subida a la calle de Santa Margarita, como una senda misteriosas que conduce quién sabe a qué tenebrosos cubiles». El callejón de Leganitos, que en los planos de Teixeira (1656) y de Espinosa (1769) figura como calle o callejón de las Minillas. Durante siglos fue un callejón cerrado de la calle Leganitos, que se ramificaba en dos codos, uno conocido como callejón de San Buenaventura –paralelo a la calle del duque de Osuna– y otro que, haciendo ángulo obtuso a aquel, mantenía el nombre de Minillas. En el siglo xix se le dio salida por la calle de José Cañizares.​ Desapareció hacia 1912 con la creación de la plaza de España rematando la Gran Vía de Madrid.



lunes, 25 de diciembre de 2017

Calle de la Morería



La calle de la Morería y la plazuela de la Morería forman una pequeña y céntrica vía del viejo Madrid). Llega la calle desde la plaza del Alamillo a la del Campillo de las Vistillas, quedando la plaza de la Morería situada entre las calles de Caños Viejos, la del Granado y aquella calle que le da nombre. Fueron arteria del barrio morisco en el que se quedaron y residieron los vecinos musulmanes desde 1083, año de la toma de Madrid por Alfonso VI.​ En ella nació Pedro de Répide, uno de los más literarios cronistas de la capital de España. También vivió en una buhardilla, en el número 8, el joven Pablo Iglesias con su madre y su hermano, recién llegados a Madrid desde su Galicia natal.

Relata el cronista Répide —vecino nacido en esta castiza calle—, que antes de que se construyera el Viaducto y la ampliación de la calle de Bailén, la sinuosa calle original tuvo dos nombres, llamándose calle de la Morería al tramo alto (entres las referidas plazas del Alamillo y de la Morería) y Morería Vieja, o calle de la Morería Vieja, al que bajaba desde la propia plazuela de la Morería a la Cuesta de los Ciegos.

Añade el blasonado cronista que antes de la construcción del mencionado puente sobre la calle de Segovia, había en la empinada cuesta una vieja casa con el siguiente letrero sobre el dintel de su puerta: "Palacio de Isabel la Católica", no porque así lo fuese pero sí por lo antiguo de la construcción.

La plaza de la Morería, quizá por su entorno castizo, aparece en el plano de Espinosa de 1769 con el nombre de plaza de Merlo (que era el apellido de Isidro Labrador). En ella, esquina a la calle del Granado, otro antiguo edificio servía de mirador a doña Mergelina de Aybar, esposa del doctor Sagredo, madrileños personajes que luego recogería Fernando Fernán Gómez entre los protagonistas de su serie de televisión El pícaro (1974); y rondando al pie de la reja otro pícaro literario, el escudero Marcos de Obregón que inmortalizó Vicente Espinel en el siglo xvii.

Ángel Fernández de los Ríos, en su ordenada Guía de Madrid (Manual del madrileño y el forastero) editada en 1876, reproduce un grabado con la casa morisca que ocupó el número 13, y relata que en una visita a esta calle en junio de 1874, conservaba "intacta su fachada, supatio y el hermoso herraje de su puerta", y añade como anécdota que "un dedo popular había escrito con almazarrón este pomposo letrero...Palacio de Isabel la Católica".

En el número 17 de esta calle tiene desde 1956 su tradicional emplazamiento el Corral de la Morería, popular tablao flamenco de Madrid.



jueves, 21 de diciembre de 2017

Plaza del Callao



La plaza del Callao es un espacio público de la ciudad española de Madrid, ubicado en el barrio de Sol, perteneciente al distrito Centro. Se encuentra al final de la calle del Carmen y divide en dos tramos la calle Preciados, además de dar comienzo al tercero de la Gran Vía, que acaba en la plaza de España. La plaza del Callao, al igual que el segundo tramo de la Gran Vía, fue construida entre los años 1917 y 1922, aunque la entrega definitiva de obras no se haría hasta 1927.

Historia

La plaza tiene su existencia antes de la gran reforma que supuso la construcción de la Gran Vía en 1910, su espacio estaba bajo el área del arrabal de San Martín. Su nombre se concedió a este espacio en honor al combate del Callao. Era una pequeña plaza que se encontraba en la calle Preciados con calle de Jacometrezo (antes de la reforma esta calle iba desde la red de San Luis).

Al comenzar las obras de la Gran Vía el 4 de febrero de 1917, la plaza empezó a cobrar un área mayor (muy similar al actual). Los primeros proyectos de reforma interior consideraban un ensanche de la calle Preciados («Reforma de la Prolongación de la calle Preciados») permitiendo así una mayor capacidad viaria a la Puerta del Sol. Este proyecto quedó olvidado por el actual de la Gran Vía.

En el año 1939, tras la Guerra Civil el empresario Antonio Rodilla inicia su actividad repostera con una pequeña tienda en la plaza. En 1952 se establece en el ala sur de la Plaza los almacenes de Galerías Preciados, siendo su promotor el industrial Pepín Fernández.​ Ocupando el solar del edificio recién derribado del Hotel Florida (obra de Antonio Palacios). En la reforma que sufrió posteriormente, tras la inauguración del 1 de julio de 1960, la plaza cobró el aspecto actual.​ A finales de 2009 y principios de 2010 se peatonaliza toda la plaza y la vecina calle de Jacometrezo se acomoda para el tráfico de autobuses que anteriormente se ofrecía en la plaza.

Actualmente, por ella pasan anualmente 113 millones de personas, cuenta con espacio que permite la concentración de hasta 10.000 personas y tiene un tráfico rodado de 51.000 vehículos diarios.

En la plaza del Callao, una de las zonas comerciales más transitadas del mundo, confluyen varias calles como:

— Al oeste la calle Jacometrezo; entre ésta y la Gran Vía se encuentra el Edificio Carrión.

— Al este y al sureste la calle Preciados. Esta calle es muy famosa en la ciudad, aquí están situadas numerosas tiendas de moda, así como un gran centro comercial, el Corte Inglés. Se trata de la calle comercial más cara de España al ocupar el duodécimo puesto de las calles del mundo donde es más caro el alquiler.Paralela a ella está la calle del Carmen, también con gran actividad comercial. Ambas son peatonales.

— Al sur la Calle Postigo de San Martín, esta calle continúa hasta la calle Arenal y la calle Mayor. —Al noroeste y al este, está la Gran Vía, creada a principios del Siglo XX para comunicar el oeste y el este de la ciudad.

En la plaza destacan varios edificios singulares, algunos de ellos considerados en su tiempo rascacielos, por ser los más altos del Madrid de entonces.

— El edificio Carrión, llamado popularmente Capitol, construido en 1931 según planos de Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced. El cine Capitol, en la planta baja del edificio, conserva la esencia del modernismo. El edificio tiene 14 plantas y fue uno de los más altos de su época en Madrid. El luminoso de neón de la marca Schweppes situado en las plantas superiores es uno de los símbolos de la Gran Vía y de la ciudad y ha aparecido en numerosas películas

— El Palacio de la Prensa, situado sobre un solar pentagonal, fue construido entre 1925 y 1929 por el arquitecto Pedro Muguruza Otañon para sede social de la Asociación de la Prensa de Madrid. Fue concebido como un edificio multifuncional de tipo norteamericano, ya que además de la sede administrativa de la Asociación, alberaba un café teatro, un cine, viviendas de alquiler y oficinas. Con 14 plantas fue el edificio más alto de Madrid hasta que el Edificio Telefónica, de 88 metros, en la misma Gran Vía le arrebató el título.

— También alberga el Edificio FNAC, de 13 plantas, destaca por su verticalidad, dado lo estrecho de su base. En su interior está la famosa cadena francesa FNAC.

La plaza del Callao debe su nombre a la batalla naval que tuvo lugar frente a este puerto peruano y que enfrentó, en el siglo XIX a la escuadra chilena y peruana contra la flota española.

domingo, 17 de diciembre de 2017

La Fuentecilla



Nos dirigimos a la Calle de Toledo, a la angosta plazoleta donde confluyen las Calles de la Arganzuela y Mira el Río. Aquí se sitúa el Monumento a Fernando VII, más conocido como la Fuentecilla, no solo porque este hito es también una fuente pública, sino porque, si hacemos caso a Jerónimo Quintana (1576-1644), éste era el topónimo con el que se identificaba antiguamente el lugar, por la existencia de un pilón.

Estamos ante una de las edificaciones más denostadas por los intelectuales del siglo XIX, especialmente el implacable Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), quien, en El Manual de Madrid, dijo de ella que era un monumento "fúnebre al buen gusto", además de una "desdichada fuente".

Sin embargo, su construcción sí que suscitó una fuerte expectación, como toda la que rodeó a la restitución de Fernando VII, una vez pasada la Guerra de la Independencia. No olvidemos que la Fuentecilla fue concebida para conmemorar el regreso del monarca a España, al igual que la vecina Puerta de Toledo, según un proyecto global del arquitecto mayor Antonio López Aguado (1764-1831).

López hizo un primer diseño en 1813, que después sería completado por el escultor Francisco Meana. A principios de 1814 fue aprobada la partida presupuestaria para las obras, que no pudieron concluirse para el momento en el que Fernando VII hizo su entrada triunfal en Madrid, acaecida en mayo del citado año.

Sí que dio tiempo a terminar la parte inferior y los trabajos de fontanería, de tal forma que, para la llegada del rey, pudieron ser activados los tres caños de la fuente, al tiempo que fue colocada una inscripción con esta leyenda: "El Ayuntamiento de Madrid para beneficio de su pueblo y por justa y digna memoria de la feliz entrada en él de su amado soberano, recuperado del cautiverio en Francia al séptimo año, el día 13 de mayo de 1814".

En 1815 acabaron por fin los trabajos, bajo la dirección del arquitecto Alfonso Rodríguez. Mucho más tiempo tuvo que esperar la Puerta de Toledo, que no pudo inaugurarse hasta 1827, diez años después de ser colocada la primera piedra.

La Fuentecilla es un auténtico monumento al reciclaje. Fue levantada con materiales procedentes de la desaparecida Fuente de la Abundancia (1617), ideada por Juan Gómez de Mora (1586-1648) para la Plaza de la Cebada, dentro de un ambicioso plan que pretendía embellecer las calles madrileñas.

Dentro de su estructura perviven intactos algunos de los elementos que dieron forma a aquella fuente barroca, caso del cuerpo principal, con sus costados con frontones triangulares, así como diferentes blasones.

Del mismo modo, la escultura del león que preside el monumento fue realizada a partir de un grupo existente en el Convento de los Premostratenses, destruido durante la invasión napoleónica. Se trataba de una imagen de San Norberto, fundador de la orden, a quien se había representado acompañado de un león, que fue la pieza posteriormente reutilizada.

La Fuentecilla consta de dos cuerpos diferenciados. El primero, dispuesto paralelamente a la Calle de Toledo, presenta una disposición horizontal y sirve de parapeto al pilón, que se extiende por la parte trasera. Sobre él descansan un dragón y un oso, toscamente esculpidos, en alusión al viejo y nuevo escudo de la villa.

El segundo cuerpo es un gran prisma granítico, que pone el contrapunto vertical y define todo el conjunto. Tal vez sea la parte más interesante, al reunir los únicos restos que se conservan de la Fuente de la Abundancia, al margen de la estatua que servía de remate, que se encuentra en el Museo de Historia.

Sus flancos laterales están adornados con sendos escudos de Madrid, mientras que el frontal tiene instalada una inscripción, que no es la que hemos señalado más arriba, ya que ésta desapareció poco después de ser grabada, sino una que fue aprobada en abril de 1815: "A Fernando VII el Deseado, el Ayuntamiento del heroico pueblo de Madrid. Corregidor, el Conde de Moctezuma".

Como se ha apuntado antes, la parte superior está coronada con un león erguido, sosteniendo con sus patas delanteras los hemisferios del mundo, obra de Manuel Álvarez. Esta escultura se apoya sobre una base cuadrangular, cuyos lados están recorridos por las siete estrellas de la antigua Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, que hoy día son el símbolo más reconocible de la bandera autonómica.


martes, 12 de diciembre de 2017

Calle del Espíritu Santo



La calle del Espíritu Santo nace en la Corredera Alta de San Pablo y llega hasta la calle de San Bernardo.

Su historia es antigua. Recordemos que a mediados del siglo XV, reinando Enrique IV, el límite norte de Madrid estaba en la plaza de Santo Domingo. Mas allá de la Puerta del mismo nombre, una de las puertas de la Cerca del Arrabal, sólo había bosques y cursos de agua que regaban los fértiles terrenos. Y así fue hasta finales del siglo XVI, cuando Felipe II estableció la Corte en la Villa y la ciudad empezó a crecer. En el siglo XVII se produjo un gran aumento de población, y bajo el reinado de Felipe IV se construyó la nueva Cerca de Felipe IV. Las Puertas de la villa por el norte pasaron a ser, la Puerta de Fuencarral, próxima a la actual glorieta de San Bernardo; la Puerta de las Maravillas, al final de la calle de San Andrés; y la Puerta de los Pozos de la Nieve cerca de la actual glorieta de Bilbao. En los terrenos intramuros, entre los caminos que surgieron en dirección a Fuencarral se crearon una serie de calles, una de ellas fue la del Espíritu Santo.

En un principio se conoció como Calle de Buenavista, que empieza desde la Calle Baja de Fuencarral y acaba en la Cruz del Espíritu Santo. Y prosigue desde la Cruz del Espíritu Santo hasta la Carrera de San Pablo. Así se menciona en el manuscrito sobre la Visita General realizada a las casas de Madrid en 1625, que describe el Madrid de las primeras décadas del siglo XVII.

En el tramo que iba del antiguo Camino de Fuencarral –hoy San Bernardo– a la Cruz del Espíritu Santo el manuscrito describe escasas construcciones, una caballeriza y cochera, una casilla que da a Fuencarral, y dos casas, una de ellas debía ser importante pues tenía once puertas que daban a las calles de las Minas, Buenavista y Pozas.

El otro tramo, desde la Cruz hasta la Carrera, hoy Corredera de San Pablo, estaba mucho más poblado. El manuscrito describe diecinueve casas cuyos propietarios tenían los más variados oficios: una tabernera de corte, un zapatero, tres cocineros, una lavandera, un carretero, dos panaderos…

En el primer plano de Madrid, el Plano de Mancelli, de 1623, no aparece el nombre de la calle pero sí está indicada con el nº 27 la Cruz del Espíritu Santo, en la esquina con la calle de San Andrés. La manzana ya muestra la forma de la esquina en la que estaba la Cruz, que siglos después los vecinos llamaron La Rinconada.

Es en el Plano de Pedro Texeira, de 1656, cuando aparece denominada como calle del Espíritu Santo. Texeira tampoco dibujó la cruz.

La Cruz del Espíritu Santo era una de las varias cruces de índole religiosa que existían en aquella época en la Villa. Sin ir más lejos, había otra a escasos metros, en la propia Corredera, junto a la iglesia de San Ildefonso –entonces aneja a la parroquia de San Martín–, que sí dibujó Texeira.

Ha sido muy difundida la historia de que en tiempos de Felipe III “había allí unas casas habitadas por gente de mal vivir, cayó un rayo el tercer día de Pascua de Pentecostés, y produjo un incendio que destruyó unas tiendecillas de moriscos que en ella había. En memoria de este suceso se levantó en tal paraje una cruz de piedra con una paloma en medio, llamándose la Cruz del Espíritu Santo de donde le vino el nombre a la calle…”

Fue Pedro de Répide quien, a veces moviéndose entre la historia y le leyenda, escribió todo esto en uno de sus artículos –recopilados en su famoso libro Las Calles de Madrid– escritos en los años 20 del siglo pasado.

Contaba también Répide que la calle del Espíritu Santo está situada sobre antiguos terrenos del abad de Santo Domingo de Silos y del prior del Monasterio de San Martín. Lo cierto es que varias casas en el siglo XVIII eran propiedad de la Congregación del Espíritu Santo, San Martín y San Bartolomé, ubicada en la parroquia de San Martín, así consta en la Planimetría General. Aunque la verdad es que muchas casas entonces pertenecían en esta calle y en toda la villa a las órdenes religiosas.

En el siglo XVIII la calle recibía el nombre de calle de la Cruz del Espíritu Santo.

Finalmente Répide nos informó de que “la cruz fue quitada de ahí en 1820 por orden del corregidor Marquina, que quitó todas las cruces que había en las calles y plazas de la corte, excepto la de Puerta Cerrada”.

Desde 1835, por acuerdo municipal, es la calle del Espíritu Santo.

La Rinconada se encuentra en la plaza creada tras el derribo de las últimas casas de la manzana 473. La plaza, sin denominación oficial hasta 1969, siempre fue conocida por los vecinos como El Rastrillo, por el mercado que allí se instalaba, nombre que muchos esperamos recupere, y desaparezca el nombre actual que nada tiene que ver con la historia del barrio y de las personas que allí vivieron y viven.

El Ayuntamiento le adjudicó el nombre de plaza de Juan Pujol en noviembre de dicho año 1969, por cierto pocos meses después de que se quemara el entrañable Cine Dos de Mayo.

En las últimas décadas la calle del Espíritu Santo ha cambiado mucho aunque continúa siendo una calle comercial y de encuentro. Tal vez herencia de la vida que aquí existió hace cuatro siglos, cuando la habitaron madrileños que desempeñaron diversos oficios, recordemos, panaderos, cocineros, zapateros… Quizá herencia del cercano mercado de San Ildefonso, cuyos puestos callejeros desde el siglo XIX hasta 1970 en que fue derribado, llegaban desde la Corredera hasta aquí.

Aún en los años 80 y primeros 90 dominaban las carnicerías, pescaderías, fruterías, tabernas, la droguería de toda la vida, la tahona del Mico…

De todo aquello apenas continúa existiendo la farmacia, la papelería –reconvertida, ofrece servicios de imprenta– el estanco, una frutería –la de Andrea, ahora bautizada como El Rincón de Andrea– y la tradicional pollería Herrero. Y se ha recuperado en cierto modo la vieja churrería, que hace muchos años vendía los churros recién hechos ensartados en un junco, ahora moderna churrería-chocolatería.

La calle del Espíritu Santo desde hace unos años está adornada con árboles.

Árboles que seguro fueron algo impensable para los vecinos en las primeras décadas del siglo XX, incluso en los años 40 y 50, cuando en muchas de las viviendas ni siquiera disfrutaban de agua, solo una pila en cada piso y una fuente en el patio para todos, hasta que poco a poco, no hace tanto tiempo, cada uno pudo ir instalando su propio aseo, muy pequeño en algunos casos, y disponer de agua en su propia vivienda.