miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los túneles secretos en Madrid



Madrid es un laberinto, ya se sabe. Pero lo es, sobre todo, subterráneo. Bajo tierra, la urbe cosmopolita despliega un entramado de pasadizos y túneles, muchos desconocidos por el gran público, que nada tiene que ver con el ridículo aditamento de la M-30 o la M-40, a mayor gloria de Gallardón.

 No, esos otros túneles: el mapa de las escapadas de Alfonso XIII, las estaciones cegadas del Metro, palacetes con dos puertas difíciles de guardar, conducciones de agua por las que cabe un noble, galerías que unen el Retiro con Atocha, las cuevas secretas de Luis Candelas, los atajos de la Inquisición, búnkeres abandonados y no tan abandonados, refugios de la Guerra Civil que parecen lo que no son, monasterios y teatros que desembocan en el Palacio Real.

Hay pasadizos que ya no existen, otros que ha inoculado la leyenda urbana, algunos tapiados por orden de la Casa de la Villa, pocos sobreviven secretos y, la gran mayoría, son territorio por explorar para aficionados a la espeleología, incluso, a la ufología, que a veces los fantasmas más tenebrosos están bien enterrados.

Chamberí: estación fantasma


Curiosamente, unos de los enigmas subterráneos que más ha dado que hablar y que soñar es relativamente moderno: 1966. Y tiene fantasma. No es un pasadizo, ni tan siquiera un túnel, sino una estación de tren fantasma. 


Chamberí. Baja la llamada Plaza Vieja de Chamberí, a pocos metros de la estación de Iglesia, en la Línea 1, que durante muchos años se cruzó espectral y abandonada, nunca paraba ningún tren.


Chamberí, diseñada como casi toda la red de metro por Antonio Palacios, fue inaugurada en 1919 y abandonada en mayo de 1966. La razón era simple, en apariencia: no permitía su ampliación a 30 metros para dar cabida a más vagones en cada tren. Y ahí comienza la leyenda. Simplemente fue cegada, con urgencia: y sin recogerse absolutamente nada, papeleras, asientos, carteles publicitarios, torniquetes, taquillas, cristaleras. Sucedió algo extraño. A pesar del abandono, nunca ha habido ni arañas ni ratas. Sí aparecidos.


Cuando a principios del siglo pasado se construyó la estación, se descubrió un enterramiento de monjes que había quedado oculto cuando se derrumbó el convento de la Merced (durante los altercados de la desamortización de Mendizábal). Los trabajadores, no supieron que hacer con las osamentas y decidieron enterrarlos en uno de los andenes de la estación y precisamente es lo que alimenta, junto con su abandono, la leyenda sobre extrañas apariciones en la estación abandonada.


La cuestión, por lo que nos interesa, es que por ella y sus túneles inmediatos corre un complejo de galerías abovedadas y una serie de estructuras a varios niveles que ocupan varios kilómetros de longitud. Salieron a la luz hace más de dos décadas con las obras de la plaza.


Los pasadizos que más han llamado la atención son, parece, de 1936. Aunque los hay anteriores: de la Guerra de la Independencia, ya que en lo que hoy es la plaza, los franceses construyeron una fortificación para impedir que entraran los defensores por la hoy Glorieta de Bilbao.


Aunque vaya usted a saber. Porque los pasadizos se dirigen hacia la Junta Municipal de Chamartín, antiguo palacete frecuentado por las amantes de Fernando VII como vía de escape y siguen por los bajos del convento de las Siervas de María, conocidas popularmente "como las búho" porque trabajaban de noche para cuidar a enfermos y ancianos, gratis por voto de obediencia. En su interior está enterrada Santa María de la Soledad Torres Acosta, su fundadora. Amantes y monjas, juntas pero no revueltas.

Cibeles: antiguo búnker Pero de noche trabajaban también, como unas y otras, en la sede subterránea del Estado Mayor del Ejército republicano, bajo el parapeto del monasterio, en apariencia un simple cuartel republicano, entre 1936 y 1939. De ahí el túnel se bifurca hasta la sede del entonces Ministerio de la Guerra, hoy Cuartel General del Ejército, en el palacio de Buenavista, es decir, la Plaza de Cibeles. Metro directo.

Pasa por debajo de la calle Génova, por la misma sede del PP. Y discurre, por el Paseo de Recoletos, paralelo al túnel de la Risa entre Atocha y Chamartín, que ahora se ha duplicado con el AVE a Barcelona.


Tres corrientes subterráneas que confluyen en Cibeles, aunque el mito refiere otras tres corrientes, en este caso de caudales de agua sulfurosa, que hacen de la plaza de la Independencia un lugar mágico.

Y en cuyo centro, justo debajo de la famosa fuente que en tiempos, surtía a Madrid de remedios contra el reúma, se forma un lago, justo ahí esta la leyenda o realidad del Banco de España, una caja acorazada a 36 metros de profundidad sumergida en el agua, con un sistema de apertura estanca hacia su famoso búnker, construido en los años 30.

Ayuntamiento de Madrid: fenómenos paranormales Una zona marcada por las leyendas de fenómenos paranormales y misterios sin resolver entre el Palacio de Linares, actual Casa de América, y el Palacio de Comunicaciones, hoy Ayuntamiento de Madrid. Pero a los túneles, que es a lo que vamos: aunque hay leyendas que remiten a aparecidos en estos pasillos subterráneos, eje del tráfico ferroviario en Madrid, y hasta del Metro a lo largo del eje Prado-Castellana. Pero eso es otro capítulo.


Volvamos a los años 30. Durante la Guerra Civil, gran parte de la vida en Madrid se desarrolló bajo tierra. Las estaciones de Metro se convirtieron en hospitales de campaña, refugios o polvorines. Los explosivos no solo se distribuían a través de los corredores de Metro, sino que también se excavaron túneles, por ejemplo, en la Ciudad Universitaria para traspasar las líneas y minar objetivos al otro lado del frente.

La proximidad de las líneas de ambos bandos, en algunos puntos a 150 metros, y lo apto del terreno propiciaron el que los dos contendientes utilizaran en esa zona la denominada guerra de minas. Esta técnica militar consistía en la excavación de túneles hasta llegar bajo tierra a puntos fortificados del enemigo, haciéndolos volar con una carga de abundantes explosivos, como ocurría también en el monte del Pardo.


Incluso en la Alameda de Osuna, en la llamada Posición Jaca, se construyeron búnkeres y pasadizos secretos por orden del General Miajas. Es quizá el enclave subterráneo más recorrido hoy en día. Discurre bajo el parque del Capricho, a unos diez metros de profundidad, donde estaba el último baluarte del mando republicano antes del fin de la contienda, el 1 de abril de 1939.

Estas galerías conectaban también las trincheras entre los distintos frentes, como el de Hortaleza, servían de vía de comunicación con el resto de la ciudad y, sobre todo, se ocupaban como refugios subterráneos que partían de los mismos sótanos de edificios. Según los propios archivos militares, se hablaba de centenares de kilómetros de pasajes enladrillados, con bóvedas y corredores, además de conducciones para el agua, la electricidad y las evacuaciones. Los techos podían alcanzar hasta dos metros y medio de altura.


Fincas urbanas de Madrid: refugios

En el Servicio Histórico Militar, hay documentos en donde se detalla, por ejemplo, una relación de refugios y minas existentes en diferentes fincas urbanas de Madrid, excavadas algunas de ellas por el mismo vecindario.

Incluso se detallan algunas de ellas, como la de la calle de Núñez de Balboa, 67: Han construido un muro que aísla un trozo de unos 40 metros cuadrados aproximadamente de alcantarilla, a cuyo trozo convergen tres minas: dos que parten del número 67 de dicha calle y una del número 28 de la calle de Juan Bravo. Estos edificios pertenecen a FAI (Federación Anarquista Ibérica) y CNT (Central Nacional de Trabajadores, sindicato anarcosindicalista).


Palacio Real: pasadizos secretos

En otros legajos se señala que tales refugios se hallan conectados, para su acceso, con conducciones del alcantarillado y con las múltiples galerías de agua, canalizaciones que, en algunos casos, perviven desde el siglo XI, cuando Madrid era aún Magerit, nombre mismo que remite al "fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son".

Son los famosos viajes de agua, construidos presumiblemente por expertos hidráulicos persas llegados con las tropas árabes con la conquista musulmana. Madrid era -es- rica en riachuelos subterráneos y la muralla entonces famosa aún pervive en los sótanos de las casas de la Cava Baja, Don Pedro y Plaza de la Paja.


Ese mismo itinerario es rico, aunque con más reciente construcción entre el siglo XV y XIX- en pasadizos secretos. Por ejemplo, el que une (o unía, porque ya es intransitable, cegado casi en su totalidad) el Palacio Real con el monasterio de la Encarnación. Al menos, se ha encontrado otros dos, con destino o origen en el palacio diseñado por Sabatini.


Uno, con múltiples bifurcaciones, lleva al Teatro Español, construido al ampliarse el antiguo corral del Príncipe sobre los terrenos que ocupó el Monasterio de Santa Ana (toda la plaza del mismo nombre, también), ordenado derruir por José Bonaparte. Hay quien afirma haber seguido el rastro a puertas que llevan siglos cerradas, a pasajes tapiados a finales de los años 70 y que conectan, además, con otros monasterios del Barrio de las Letras.


El otro conecta el Palacio Real con la Plaza de la Paja. En los sótanos de algún restaurante de la misma plaza, aún hoy, se abre el pasadizo, pocos metros adelante clausurado. Algunos tramos, como el que se presupone pasa bajo el Palacio de Anglona, en la calle Segovia y a un paso del antiguo escenario de autos de fe inquisitoriales, tienen las dimensiones necesarias para el tráfico de coches de caballos o eso dicen.


Todo el centro histórico de Madrid, con vértices en la Puerta del Sol, Puerta Cerrada, Palacio Real y las Descalzas Reales, está comunicado por el subsuelo. Todos los funcionarios municipales que han trabajado en la Plaza de la Villa saben , por ejemplo, que los edificios del Ayuntamiento entre Sacramento, Cañete y Mayor, sin ir más lejos, están conectados bajo tierra, y con ramales totalmente tapiados que no se saben muy bien, pero se presuponen, a dónde conducen.


En tiempos de Felipe V, además del Palacio Real, se construyó los cuarteles del Conde Duque, que alojó a la Guardia de Corps. Y, claro, no falta quien afirma que hay vía directa entre unos y otros aposentos, reales o no. Incluso, otra vez las dimensiones extraordinarias, con cabida para carruajes. Aunque de éste, a diferencia del túnel que parte de la plaza de la Paja, no hay rastros visibles. ¿Es pura especulación?


Un informe de la Comandancia General de Ingenieros, de 17 de diciembre de 1938, recoge un plan, incluso, para conectar el Palacio Real con la estación de Atocha. Dice así: "El Estado Mayor del II cuerpo de Ejército desea comunicar el edificio del palacio nacional, en el cual tiene instalado su Cuartel general, mediante galería subterránea, con la del ferrocarril metropolitano..." Y habla incluso de que en los reconocimientos realizados se ha encontrado una galería correspondiente a un viaje antiguo que partiendo del arco principal de entrada a la plaza de la hacen perfectamente utilizable para el fin propuesto".

Plaza Mayor: cuevas


Huir debió de ser también el fin de la conjunción de cuevas, pasadizos y falsas puertas que en plena Plaza Mayor usaba el legendario Luis Candelas para esfumarse, ayudado, por supuesto, por generosos anfitriones de los edificios de la calle San Miguel y Cuchilleros. No son los únicos, porque, como ellos, hay numerosos edificios que, sin saber muy bien por qué, comparte escapadas. O sí: historias de reyes, de nobles, de amantes pero también de guerra. Subterránea, por supuesto.


O simple alcantarillas. La Fábrica de Porcelanas del Retiro tenía una red de galerías subterráneas que llegaba, ahora sí, a Atocha. Al menos, se le ha seguido en pleno parque a 160 metros de túneles, que, en realidad, son el alcantarillado. El entramado subterráneo fue construido en torno a 1765, seis años después del inicio de las obras de construcción del edificio.


"Entrar en estas galerías de modo aventurero es un peligro absoluto. El mismo pozo de acceso carece de escaleras o elementos para el descenso y en toda la red de túneles falta oxígeno", afirmó Tomás García, inspector jefe de la Unidad de Subsuelo de la Policía Nacional. Una advertencia válida, de cualquier forma, a los más osados exploradores del subsuelo laberíntico de Madrid.


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