La Cuesta de los Ciegos, es un desnivel que hay desde la Calle de Segovia, cruzando la calle Beatriz Galindo hasta llegar a la calle de Morería cerca de Las Vistillas, que esconde una bonita leyenda, protagonizada por San Francisco de Asís y originaria del Siglo XIII.
Esta leyenda nos lleva hasta la Edad Media, cuando vivía un honrado Ermitaño: San Francisco de Asís.
En el año 1214, después de recorrer el Camino de Santiago, Francisco de Asís vino a Madrid y se instaló en la zona de las Vistillas, en una de las mejores vistas de Madrid y en la que se podía contemplar un hermoso bosque de madroños.
Allí construyó una humilde cabaña, en el mismo lugar en el que hoy se levanta el templo de San Francisco de Asís, en el barrio de La Latina, siendo uno de los referentes del Madrid de los Austrias.
San Francisco de Asís acudía cada día a San Isidro, en la parroquia de San Andrés. Era un ermitaño que daba toda su ayuda y no pedía nada a cambio, lo hacía por pura bondad y de manera desinteresada.
En una ocasión fue a visitar al prior de convento de San Martín, al que le llevó una cesta de pescado, recibiendo un frasco de aceite como regalo. De regreso a su humilde morada, mientras subía la cuesta que hacia su cabaña, se topó con un grupo de ciegos que habitaban en el bosque.
El ermitaño se untó los dedos en el aceite que le había dado el prior y frotó con ellos los ojos de los ciegos, que inmediatamente comenzaron a ver (hay quien dice que no eran ciegos, sino que lo simulaban para dar lástima al santo).
La actual cuesta de los ciegos tomó nombre gracias al milagro que había hecho el Santo.
Desde entonces, la leyenda une la Cuesta de los Ciegos con San Francisco de Asís, con San Francisco el Grande.
Otra teoría basa el origen del nombre en que en esta cuesta siempre se aposentaban ciegos, mendigos y pícaros en busca de una limosna. Mesonero Romanos se refería a este lugar en sus “Obras Jocosas y Satíricas de El Curioso Parlante” como “…que es llamada la Cuesta de los Ciegos, aunque más de cuatro han visto en ella lo que no querían; y supuesto que a ella hemos llegado, y supuesto también que a la ocasión la pintan calva, vuesa merced, señor castellano, se servirá darme todo aquello que en su cinto le huela a moneda…”.
Por su parte y en este mismo sentido, en el S. XVII, Francisco de Quevedo hacía alusión a la Cuesta de los Ciegos en su Guía de los Hijos de Madrid “La Sanidad y la Moda”, como “…paraje donde reside el engaño”.
Al principio de la cuesta, junto a la Calle de Segovia, se encuentra una pequeña plaza con una fuente en medio.
En dicha fuente podemos apreciar el que es probablemente el único escudo de la ciudad con corona republicana, y que muestra, orgulloso, su fecha de creación (1932). Por fortuna, ha pasado inadvertido durante los cuarenta años de franquismo, hecho que le ha permitido llegar hasta nuestros días en su ubicación original.
En la actualidad es una escalinata zigzagueante de 254 escalones, pero no siempre fue así.
Hasta principios de siglo, era una peligrosa y abrupta ladera en la que los niños y jóvenes solían entretenerse deslizándose por la misma como si de un tobogán gigante se tratara.
Por tal costumbre se la conoció también como “Cuesta de Arrastraculos”. Desde la parte superior, en pleno centro de las Vistillas, podemos apreciar una maravillosa vista de la Catedral.
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