jueves, 31 de enero de 2019

El misterio de la Casa de la Cruz de Palo



Hay varias vías del callejero de Madrid que son reincidentes en cuanto a las historias de misterio y terror, posiblemente la que más notoriedad ha alcanzado ha sido la Calle de Antonio Grilo, conocida por los atroces, y repetidos, crímenes que en ella se abordaron. Aún así, conviene tener también muy presente a otra callejuela, la del Sacramento. En sus edificios se han gestado hasta tres macabras leyendas, como la del Guardia de Corps de la que ya os hablé hace tiempo o la que hoy nos ocupa, la de la Casa de la Cruz de Palo.

Para contextualizar este relato debemos remitirnos a tiempos de Felipe II, cuando Madrid acaba de estrenar su nuevo rol como capital del reino. En una de las vivienda de esta calle vivía un matrimonio musulmán. Él mucho mayor que ella quien era conocida entre los vecinos por su excepcional belleza. Según ha llegado hasta nuestros días la pareja disfrutaba de una relación estable hasta entre ellos se interpuso un apuesto cristiano, a quien no le importó entrometerse en el matrimonio con tal de conquistar a la mujer, objetivo que cumplió al tiempo de marcárselo.

Los amantes furtivos aprovechaban la ausencia del marido para dar rienda suelta a sus pasiones, unos encuentros que se repetían cada vez más hasta que en una ocasión el amante no se presentó a su encuentro clandestino. A la chica le extrañó pero no le dio importancia, sí que comenzó a preocuparse cuando, fueron pasando los días y nunca más volvió a tener noticia de su amado, un inexplicable vacío que la sumió en una profunda tristeza.

Ella sufrió en silencio dicha ausencia, sin sospechar lo que averiguaría tiempo más tarde. Cuando su marido falleció, al tiempo optó por realizar una profunda reforma en la casa, lo que le llevó a subir al desván, estancia a la que prácticamente jamás accedía. Allí descubrió, horrorizada, el cadáver de su amante cristiano emparedado en la mismo hogar donde habían llevado en secreto su amor secreto. Al parecer el amante había sido sorprendido en alguna de sus idas y venidas por el furioso esposo quien no tuvo piedad ni clemencia de su enemigo. A partir de ese momento, según nos transmite la leyenda, la mujer decidió convertirse al cristianismo y mandó colocar en el tejado una cruz de palo, para que todos fuesen testigos de su cambio de fe.

Cierta o no, la verdad es que aquella vivienda, junto con su característica cruz, se mantuvo en pie hasta el año 1972 cuando toda esa manzana se derribó para construir el aparcamiento subterráneo que hoy encontramos en la plaza. De hecho, hay quien todavía dice que en las noches de luna llena se puede ver vagando por la Calle del Sacramento al espíritu de aquel malogrado cristiano.

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