Lo que me gusta de Madrid es que, en cualquiera de sus calles, por muy inocentes que parezcan, es posible encontrar como mínimo un secreto que te hará verla de otra manera. Es lo que sucede con la casi imperceptible vía de San Eugenio, la cual por su nombre pocos seréis capaces de ubicar. Si os aporto algo de información, diciendo que hace de unión entre Atocha y Santa Isabel y que vive muy cerquita de la estación de Metro de Antón Martín, a alguno puede que se le vayan aclarando las ideas.
Tímida y de aspecto frágil su aportación a la historia la encontramos en una placa junto al portal número 7 de esta callecita de Madrid. Allí se nos informa que hace siglos se ubicó el taller desde el cuál salió al mundo la segunda parte de El Quijote. Un fabuloso aporte al mundo de la literatura en el que recaen muy pocas miradas al cabo del día.
Es más conocido por la mayoría que la primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha vio la luz en la calle Atocha, en la imprenta de Juan de la Cuesta, en 1605. Lo que pasa es que el negocio cambió de sede y se trasladó, en 1609, a esta próxima Calle de San Eugenio. Cuando llegó el momento de publicar la segunda y definitiva parte de esta obra cumbre, Cervantes quiso ser fiel a su editor y por eso, a pesar del cambio de dirección, siguió trabajando con él. Gracias a esta decisión, en 1615 esta modesta Calle de San Eugenio aportaba su granito de arena a la historia, acogiendo el nacimiento de la segunda parte de El Quijote.
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