miércoles, 23 de agosto de 2017

Las oscuras noches en el metro de Tirso de Molina



La parada de metro con más historias de terror es sin duda la castiza Tirso de Molina. Todo se inicia con el derribo en el siglo XIX del antiguo convento de la Merced. En los años 20 del siglo XX, se construye la parada de metro en la plaza. En las obras de construcción se encuentran los restos de los monjes residentes en el monasterio. Los obreros sin saber muy bien qué hacer con aquel macabro hallazgo deciden soterrarlos bajo los andenes con azulejos. Ese supuesto sacrilegio provoca que desde entonces se escuchen los lamentos de los clérigos al caer la medianoche. También se han producido apariciones de monjes encapuchados espectrales suplicando por su alma ahora atrapado en una estación de metro.

Una chica que se subió al último tren del día en la estación se encontraba sola en un vagón con la única presencia de una mujer que la miraba fijamente en compañía de dos hombres de apariencia extraña. En la siguiente parada se subió una mujer que le susurra a la asustada chica que se baje con ella de inmediato; ambas echan un vistazo a la mujer en el interior del vagón. La chica cuenta posteriormente que la mujer le comentó que era un médium y que aquella mujer era una muerta sostenida por dos espíritus. Muchas de estas historias circulan por el metro de Tirso a altas horas de la noche.

La conexión entre el más allá y la estación de Tirso de Molina arranca hace ya más de 150 años. Fue entonces cuando en la plaza de mismo nombre se derribó el convento de la Merced. A mediados de los años veinte, cuando comenzaron a construir la estación de Metro, aparecieron entre las obras los huesos de los monjes que habían habitado el edificio.

El problema es que nadie sabía qué hacer con los restos. Al final se depositaron en los andenes y recubiertos con azulejos. Por todo ello, desde entonces, se apunta la leyenda de que los gritos de los monjes allí enterrados se pueden oír cuando se acerca la media noche.

Sin embargo, la historia más desgarradora es la que le ocurrió a una joven, mucho tiempo después. Cuenta la leyenda, que ya bien entrada la noche, una chica se subió al último tren en Tirso de Molina. Dentro del vagón sólo había tres personas, una mujer y dos hombres. Una vez dentro, la joven notó cómo la mujer no le quitaba ojo. Ni parpadeaba.

En la siguiente parada, un hombre se subió al convoy y se sentó al lado de la chica. Él también se dio cuenta de que la mujer no dejaba de mirarla. Agachó la cabeza y le susurró a la joven: «No te muevas, no hables, no le mires a la cara y bájate conmigo en la siguiente parada». La joven, aterrada, le hizo caso.

Una vez en el andén, todavía con la respiración entrecortada, el hombre le dijo. «Siento haberte asustado, soy medium y la mujer que teníamos enfrente estaba muerta y los dos hombres que la acompañaban, la sostenían». Desde entonces no son pocas las historias que aseguran haber visto fantasmas deambulando por la estación o en los propios vagones de Tirso de Molina.

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