sábado, 27 de mayo de 2017

Plaza de Oriente



La plaza de Oriente está situada en el centro histórico de la ciudad española de Madrid. Se trata de una plaza rectangular de cabecera curvada, de carácter monumental, cuyo trazado definitivo responde a un diseño de 1844 de Narciso Pascual y Colomer, heredero de varios proyectos anteriores. Uno de sus principales impulsores fue el rey José I, quien ordenó la demolición de las casas medievales situadas sobre su solar.


Está presidida por dos de los edificios más relevantes de la capital: su contorno occidental lo delimita el Palacio Real y el oriental el Teatro Real. Su cara norte la conforma el Real Monasterio de la Encarnación, al que le fue expropiado el Huerto de la Priora para integrarlo dentro de la plaza.


Además de los citados edificios, esta plaza monumental alberga diferentes jardines histórico-artísticos y una colección escultórica, en la que destaca especialmente la efigie de Felipe IV, obra del siglo XVII de Pietro Tacca. Está considerada como la primera estatua ecuestre del mundo sujetada únicamente por las patas traseras del caballo.


Existen varias teorías acerca de la denominación de esta plaza. La más aceptada alude a su situación geográfica, al oriente del Palacio Real. Por extensión, este edificio ha pasado a ser conocido como Palacio de Oriente.


Otra hipótesis hace referencia al rey José I que recibió el apelativo popular de Pepe Botella—, uno de los principales impulsores de la plaza, ya que fue él quien ordenó el derribo del caserío existente en los aledaños del Palacio Real. La posible pertenencia de José Bonaparte a la masonería y su obediencia al Gran Oriente de Francia se encontraría en el origen del nombre de la plaza, bautizada así en honor de dicha logia.


La idea de realizar una gran plaza junto al Palacio Real de Madrid se remonta al siglo XVIII, con el proyecto de Juan Bautista Sachetti, uno de los arquitectos del edificio, de situar una zona ajardinada en su parte oriental.


Durante el reinado de José Bonaparte, que se extendió desde 1808 hasta 1813, se acometieron las primeras demoliciones de manzanas en el entorno del palacio, dentro de un plan urbanístico de apertura del viario para toda la ciudad, que le valió al monarca el sobrenombre de Pepe Plazuelas (además del ya citado de Pepe Botella).


Al impulso de Fernando VII se debieron las nivelaciones de tierras, el inicio de algunos edificios del contorno de la plaza y el derribo del teatro de los Caños del Peral (ubicado en la Plaza de Isabel II). Su proyecto, diseñado en 1817 por Isidro González Velázquez, tenía como eje principal la construcción de un teatro (que después sería el Teatro Real) en el lado opuesto del palacio. Las obras de este coliseo comenzaron en 1818 y fueron dirigidas hasta 1831 por Antonio López Aguado, autor de su trazado.


En lo que respecta a la plaza propiamente dicha, el proyecto de González Velázquez disponía una planta semicircular, articulada alrededor de un pórtico y seis manzanas de casas, tres a cada lado del teatro.


En 1836, durante el reinado de Isabel II, se tomó la decisión de derribar los edificios comenzados en tiempos de Fernando VII y acometer un nuevo diseño, acorde con el Teatro Real. A pesar de que este edificio no se concluyó hasta 1850, su fachada occidental, la que da a palacio, fue un condicionante en todo momento en el trazado de la plaza.


En 1842, se barajó la posibilidad de realizar una plaza rectangular con cabecera curvada, cerrada por seis manzanas simétricas. Esta planta fue finalmente incorporada, si bien se redujo el número de manzanas a dos, una a cada lado del teatro, según el diseño definitivo de Narciso Pascual y Colomer (1844). En 1851, empezaron a construirse los edificios de viviendas del contorno de la plaza, a partir de este último proyecto.


Los jardines de la plaza han sufrido importantes variaciones a lo largo del tiempo. Hasta 1941, se disponían circularmente alrededor del monumento a Felipe IV, que ocupa el centro del recinto. En torno a la estatua del monarca, estaban situadas 44 esculturas, correspondientes a diferentes reyes españoles, pero en 1927 se redujo su número a veinte.


El diseño actual de los jardines, creado en 1941, sigue tomando como punto de referencia la eifigie de Felipe IV, pero distribuye los jardines cuadricularmente. Las veinte estatuas de los monarcas se sitúan longitudinalmente, en dos hileras de diez, a ambos lados del monumento central.


Durante los años del franquismo se convirtió en un símbolo político de quienes estaban a favor de la dictadura, debido a que era allí donde se realizaban las manifestaciones de ensalzamiento al general Franco.


A mediados de los años noventa, durante el mandato del alcalde José María Álvarez del Manzano, la plaza volvió a ser remodelada. Se soterró la calle de Bailén, que separaba la plaza propiamente dicha de la fachada oriental del Palacio Real, de tal forma que la plaza llega directamente hasta este edificio. También se ganaron otros espacios peatonales en los aledaños del Teatro Real, al tiempo que se procedió a un nuevo empedrado.


Bajo la plaza se construyó un aparcamiento subterráneo, dentro de un proyecto que inicialmente contemplaba la creación de un centro comercial en el subsuelo, idea que finalmente fue desestimada. Las obras de remodelación, que concluyeron en 1996, estuvieron envueltas de cierta polémica, ante el descubrimiento de restos arquelógicos, algunos de los cuales fueron destruidos al considerarse de escaso valor.


La plaza de Oriente es de forma rectangular, si bien su cabecera, situada al este, se cierra formando una curva, presidida por el Teatro Real. Pueden distinguirse tres grandes cuadrantes: los jardines centrales, los Jardines del cabo Noval y los Jardines de Lepanto.


Los jardines centrales están dispuestos alrededor del monumento a Felipe IV, en forma de cuadrícula, siguiendo el modelo barroco de jardinería.


Están conformados por siete parterres, poblados por setos de boj, formas toparias de cipreses, tejos y magnolios de pequeño tamaño, así como por plantaciones florales, de carácter temporal. Se encuentran delimitados a ambos lados por sendas hileras de estatuas, conocidas popularmente como los reyes godos, que actúan como línea de división de los otros dos cuadrantes.


Es la zona más monumental de la Plaza de Oriente, tanto por los edificios que la flanquean (el Palacio Real aparece al oeste y el Teatro Real al este), como por el valor artístico de sus colecciones escultóricas.


En el centro de la plaza se encuentra un monumento a Felipe IV, sin duda alguna la obra artística más importante del recinto, al margen de los edificios del contorno. Está integrado por una estatua ecuestre del monarca, realizada en el siglo XVII por Pietro Tacca, y un pedestal con diferentes motivos escultóricos y dos fuentes, que datan del siglo XIX.


El conjunto fue inaugurado el 17 de noviembre de 1843, después de que Isabel II decidiera trasladar la citada escultura a la Plaza de Oriente, dotándola de un soporte monumental. Sus autores fueron los escultores de cámara Francisco Elías Vallejo (1782–1850) y José Tomás (1795-1848).


El primero realizó los cuatro leones de bronce situados en las esquinas del monumento, mientras que el segundo esculpió los bajorrelieves que decoran el alto pedestal sobre el que se asienta la estatua. Uno de ellos representa al monarca imponiendo a Velázquez el hábito de la Orden de Santiago y el otro es una alegoría de la protección otorgada por el rey a las artes y letras.


Asimismo, Tomás realizó la figura de un anciano vertiendo agua sobre una urna, simbolizando un río. En la base del monumento, hay dos fuentes con forma de concha, en los lados este y oeste.


La estatua ecuestre de Felipe IV es de bronce y está dispuesta mirando hacia el este, esto es, hacia el Teatro Real. Fue ejecutada entre 1634 y 1640 por el italiano Pietro Tacca (1577–1640), al cual le enviaron como modelos dos retratos del rey pintados por Velázquez, uno a caballo y otro de medio cuerpo. Fue fundida en Florencia (Italia).


El escultor contó con el asesoramiento de Galileo Galilei para que el caballo que monta el monarca pudiese mantenerse exclusivamente sobre sus patas traseras. La solución dada por el físico consistió en hacer maciza la parte trasera y hueca la delantera. Se trata de la primera escultura ecuestre del mundo con esta disposición.


La obra se colocó inicialmente en uno de los patios del Palacio del Buen Retiro y, posteriormente, en el frontispicio del antiguo Alcázar. Durante el gobierno de don Juan José de Austria volvió a su primer emplazamiento, donde permaneció hasta 1843.


La plaza alberga una colección escultórica de veinte reyes españoles, correspondientes a cinco visigodos y a quince monarcas de los primeros reinos cristianos de la Reconquista. Estas estatuas, realizadas en piedra caliza, se distribuyen en dos hileras, que surcan el recinto en dirección este-oeste, a ambos lados de los jardines centrales.


Conocidas popularmente como los reyes godos, marcan la línea de división entre el cuerpo central de la plaza y los Jardines del cabo Noval, al norte, y de Lepanto, al sur.

El grupo de estatuas forma parte de una serie dedicada a todos los monarcas de España, mandada hacer para la decoración del Palacio Real de Madrid durante el reinado de Fernando VI. Se ejecutaron entre 1750 y 1753.


En un principio, la idea era que las esculturas adornasen la cornisa superior del palacio, pero nunca fueron colocadas en la misma. Se temió que la cubierta no aguantase su peso, si bien la tradición sostiene que la reina Bárbara de Braganza tuvo un sueño en el que las figuras caían precipitándose apocalípticamente hacia abajo.

Finalmente fueron distribuidas por distintos puntos de la ciudad. En Madrid pueden verse, además de en la propia Plaza de Oriente, en el Parque de El Retiro y en los Jardines de Sabatini. Algunas se llevaron a otras provincias, caso de las situadas en el Paseo de Sarasate de Pamplona, referidas a los reyes navarros, o también en el Paseo del Espolón de Burgos y también al parque de la Florida de Vitoria-Gasteiz.

Las estatuas fueron realizadas, bajo la dirección de los escultores de la Corte Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro, por un numeroso grupo de autores, entre los que se encuentran Luis Salvador Carmona, Felipe del Corral, Juan de Villanueva Barbales, Alejandro Carnicero, Roberto Michel, Juan Porcel y Juan Pascual de Mena, además de los propios Olivieri y De Castro.


Los Jardines del cabo Noval, integrados principalmente por plantaciones de plátanos, ocupan la parte septentrional de la Plaza de Oriente, junto a la calle de San Quintín, por la que está permitido el tráfico rodado.

Se extienden sobre terrenos que en su momento pertenecieron al Real Monasterio de la Encarnación, que da a los jardines a través de su fachada meridional. En su lado occidental, quedan delimitados por la calle de Bailén y la baulastrada que separa esta vía de los Jardines de Sabatini, situados al norte del Palacio Real. Al este, se encuentra la calle de Pavía.

Sus mayores valores artísticos provienen del monumento allí situado, erigido en 1912 en memoria del cabo Luis Noval Ferrao (1887–1909), del que toman su nombre. Se trata de una obra del escultor valenciano Mariano Benlliure (1862–1947). Mide 6,5 metros de alto y está realizada en piedra y bronce.


Los Jardines de Lepanto se encuentran en la parte meridional de la plaza. Quedan definidos por la calle de Bailén, que discurre al oeste, en paralelo con la arquería de la Plaza de la Armería; y por la calle de Vergara, que aparece al sur, a través de una rampa, construida para salvar el desnivel del terreno. Al este se halla la calle de Lepanto, que les presta su nombre.

Como los Jardines del cabo Noval, los de Lepanto integran plantaciones de plátanos, de gran tamaño, además de diferentes cedros. Sobre ellos se alza el monumento al capitán Ángel Melgar (1876–1909), obra en bronce y mármol de Julio González Pola (1860–1929), inaugurada en 1911 por el rey Alfonso XIII.

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