¿Quién no ha escuchado alguna vez la expresión: "esto parece la casa de tócame roque"?. La Real Academia Española de la Lengua la define como "aquella en que vive mucha gente y hay mala dirección y el consiguiente desorden". Pues bien, la citada casa realmente existió, y de hecho una placa situada en la confluencia de la calle Barquillo con la calle Belén así lo atestigua, señalándonos el lugar en el que estaba originalmente la casa.
La casa se hizo famosa gracias al sainete de Ramón de la Cruz titulado La Petra y la Juana o el buen casero (conocido popularmente por La Casa de Tócame Roque), así como por las múltiples trifulcas que en ella se sucedieron. Quizás el motivo de tanta desorganización era debido a que la casa era una inmensa corrala en la que conviviían unas ochenta familias de chisperos, que tenían instaladas sus fraguas en el patio central.
Sin embargo el mayor de los enfrentamientos acaecidos en la casa se produce muchos años después de morir el citado autor, y nos recuerda a los sucesos que aquí en la capital se producen periódicamente en la llamada Cañada Real Galiana. En el año 1850, por motivos de reordenación urbanística, el Ayuntamiento decidió demoler la casa. Ante tal situación sus habitantes se resistieron a abandonar sus viviendas, siendo famosos los feroces enfrentamientos que estos mantuvieron con las fuerzas encargadas de mantener el orden, aunque al final no lograron evitar el derribo.
Esta famosa casa madrileña estuvo situada durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX en la esquina de las calles Barquillo y Belén, tapando la salida de ambas vias hacia Fernando VI. Al parecer era una corrala con varios patios y muchas viviendas, y vivían allí varios chisperos (herreros) que trabajaban el hierro en los patios.
Dice la tradición que estos vecinos se amotinaron y decidieron dejar de pagar el alquiler a los caseros, no permitiéndoles la entrada en el lugar. Se cuenta que la casa fue heredada por dos hermanos, Juan y Roque, que no se pusieron de acuerdo en nada. Ambos discutían pretendiendo que la herencia les correspondía por entero. Así, Juan le decía a Roque: "Tócame, Roque". y Roque contestaba: "La casa tócame a mí, Juan". Y como la disputa duró años, la casa se quedó con ese nombre: Tócame Roque.
Ramón de la Cruz le dedicó a esta bullanguera vivienda uno de sus populares sainetes: "La Petra y la Juana o el buen casero". En 1849 el Ayuntamiento ordenó su derribo para destaponar la calle Barquillo y comunicarla con la perpendicular Fernando VI. Las ochenta familias que todavía quedaron en la casa tras la orden de desalojo, impidieron que la casa se derribase durante más de un año de batallas con la municipalidad, hasta que se consumó el desahucio. Todos estos follones quedaron en el imaginario madrileño, y así, cuando alguien quería encontrar una comparación para hablar de una casa en la que había mucho jaleo y muchas disputas, decía: Esto parece la casa de Tócame Roque.
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