jueves, 1 de agosto de 2013

Poemas de Madrid (Madrid. Miguel Hernández)




Madrid 
De entre las piedras, la encina y el haya, 
de entre un follaje de hueso ligero 
surte un acero que no se desmaya: 
surte un acero. 

 Una ciudad dedicada a la brisa, 
ante las malas pasiones despiertas 
abre sus puertas como una sonrisa: 
cierra sus puertas. 

 Un ansia verde y un odio dorado 
arde en el seno de aquellas paredes. 
Contra la sombra, la luz ha cerrado 
todas sus redes. 

 Esta ciudad no se aplaca con fuego, 
este laurel con rencor no se tala. 
Este rosal sin ventura, este espliego 
júbilo exhala. 

 Puerta cerrada, taberna encendida: 
nadie encarcela sus libres licores. 
Atravesada del hambre y la vida, 
sigue en sus flores. 

 Niños igual que agujeros resecos, 
hacen vibrar un calor de ira pura 
junto a mujeres que son filos y ecos 
hacia una hondura. 

 Lóbregos hombres, radiantes barrancos 
con la amenaza de ser más profundos. 
Entre sus dientes serenos y blancos 
luchan dos mundos. 

 Una sonrisa que va esperanzada 
desde el principio del alma a la boca, 
pinta de rojo feliz tu fachada, 
gran ciudad loca. 

 Esa sonrisa jamás anochece: 
y es matutina con tanto heroísmo, 
que en las tinieblas azulmente crece 
como un abismo. 

 No han de saltarle lo triste y lo blando: 
de labio a labio imponente y seguro 
salta una loca guitarra clamando 
por su futuro. 

 Desfallecer ... Pero el toro es bastante. 
Su corazón, sufrimiento, no agotas. 
Y retrocede la luna menguante 
de las derrotas. 

 Sólo te nutre tu vívida esencia. 
Duermes al borde del hoyo y la espada. 
Eres mi casa, Madrid: mi existencia, 
¡qué atravesada! 

Miguel Hernández

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