El Teatro Eslava es un local de espectáculos de Madrid, situado en la calle del Arenal, entre la Puerta del Sol y Ópera, en uno de los espacios más céntricos de la capital de España. Promovido por el empresario Bonifacio Eslava, sobrino del músico Hilarión Eslava, el edificio original, un pequeño salón, fue diseñado y construido por el arquitecto Bruno Fernández de los Ronderos y se inauguró el 30 de septiembre de 1871, con el nombre de Salón Eslava y capacidad para un millar de espectadores. Llegó a ser muy popular como plataforma de las diversas facetas del teatro popular, desde el «género chico» a la revista, aunque también llegó a estrenar a autores como Arniches, Gala, Lorca o Valle Inclán. A lo largo de su historia el Teatro Eslava ha contado con empresarios como Felipe Ducazcal, Gregorio Martínez Sierra o Luis Escobar, y estuvo cerrado en varias ocasiones. En 1981, tras un periodo como local de cabaret —con estrellas como Concha Velasco y Norma Duval— se convirtió en la macrodiscoteca Joy Eslava, que luego pasó a ser el Teatro Joy Eslava.
El viejo Eslava del pasadizo de San Ginés, número 3, nació como "edificio destinado a depósito y montura o conclusión de pianos y calcografía musical", así figura en la licencia solicitada por Bonifacio Eslava, que encargó al arquitecto Fernández de los Ronderos un modesto teatrito con puerta al pasadizo de San Ginés. El supuesto depósito partió de una nave rectangular con una sala para conciertos. Tras una última revisión municipal el 14 de agosto de 1871, el Ayuntamiento le dio licencia para el 20 de diciembre. Pero las prisas por estrenar el nuevo salón adelantaron la fecha de inauguración al 30 de septiembre de ese año.
Martínez Olmedilla describe el Salón Eslava "destartalado y mezquino", un café-teatro que a pesar de las posteriores mejoras y ampliación seguiría siendo "desgarbado y feote".11 Lo cierto es que el Café Granada, abierto por Bonifacio Eslava como parte de la obra del edificio y con acceso a la sala, era un lujoso reclamo para el público de la época. Pero al parecer las veladas musicales no resultaban rentables y en 1873, Eslava alquiló el salón al empresario José Leyva, que integró el Granada en el cuerpo del teatro, adaptando el pequeño coliseo a los gustos del momento (los cafés-teatro para teatro por horas). La obra completaba el proyecto de Fernández de los Ronderos con una distribución en dos pisos, dos elegantes escaleras y una capacidad para mil doscientos espectadores, distribuidos en sus 364 butacas de rejillas, en la platea, doce palcos para seis personas en cada piso y 672 asientos de gradas de platea y principal. El techo y la embocadura del escenario se le encomendaron a Antonio Vallejo, las decoraciones a López, Viviani y Bielsa, y el telón —representando "Un sueño de Beethoven" — a Ferry y Bussato, (según recoge un estudio de Carmen Simón Palmer publicado en 1965). Con el tiempo, café y salón se harían tan populares que el libreto de La Gran Vía —estrenada en 1886— lo inmortalizó en el cantable:
Te espero en Eslava
tomando café.
Leyva, decidido a convertir al Eslava en líder de la sicalipsis, barajando el "juguete cómico" con la "zarzuela ligera", le robó al teatro de la Comedia a Ricardo Zamacois, el gran cómico del momento, y completó la compañía con Ramón Rosell y Antonio Riquelme. En 1881 se trajo también a José Mesejo.
En la última década del siglo XIX, Díaz de Escovar y Lasso lo describen en su Historia del Teatro Español como "un teatro muy bonito y espléndidamente decorado, con una compañía excelente y un empresario muy rumboso". Siguiendo el contexto el 'rumboso' empresario resulta ser Eduardo López que, al perder a la tiple Rosa Fuertes al inicio de la temporada de 1894-95, se hace con Luisa Campos, robándosela al Teatro Apolo, desde donde había cautivado al público madrileño.
Tras una breve pero intensa estancia en el Eslava del tándem Loreto Prado y Enrique Chicote, con momentos históricos como el estreno de A las puertas de la Gloria, drama de Martínez Viérgol, en el que Loreto vivió con tanta intensidad la muerte de la protagonista, de angina de pecho, que sufrió un pequeño colapso... Tomó la dirección del local el valenciano Vicente Lleó, maestro del «género chico». Fue un periodo "memorable" según lo califica Olmedilla, a pesar de coincidir con el "trust teatral" que Lleó y el músico Amadeo Vives habían formado codirigiendo tres grandes locales del momento, el Teatro de la Zarzuela (feudo de Vives), el Teatro Cómico y el propio Eslava. Recién disuelto el "trust", Lleó llevó a las tablas del viejo Eslava una obra musical suya con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, La corte del faraón, estrenada el 21 de enero de 1910. Aquella copia castiza de la opereta francesa Madame Putiphar y un cartel de señoritas como Julia Fons, Carmen Andrés y María López Martínez, con el refuerzo de un cómico como Ramón Peña y la ocurrencia de Manuel Fernández Palomero, que Lleó convirtió en el irresistible Ay! ba, llenaron durante dos temporadas seguidas las arcas del Eslava. Explica Olmedilla que el "río de oro se convirtió en catarata" cuando, agotado "el caudal del Nilo" Lleó puso en escena El conde de Luxemburgo en adaptación de Juan José Cadenas. El autor y empresario, que en esos días llegó a fundar un diario, La Noche, con Antonio Palomero como director, decide que es el momento de ampliar el aforo, se embarca en obras y gastos sin límite... Pero ni el renovado Eslava ni una gira americana en busca de dinero pudieron salvarle de la ruina. El faraón valenciano murió en Madrid, en una modesta casa de huéspedes de la calle Augusto Figueroa, coincidiendo con el estreno en el Apolo de su Ave, Caesar!.
La asociación, profesional y sentimental, del astuto y emprendedor Gregorio Martínez Sierra con la actriz Catalina Bárcena escogió las tablas de un Eslava agotado por la sicalipsis. El cambio supondría un interesante capítulo en la evolución de la dramaturgia española del primer cuarto de siglo XX. Así, el 24 de diciembre de 1916, inició su andadura el "Teatro de Arte", precursor de las fórmulas teatrales de ensayo que Gregorio había traído de su viaje a París en 1905, y que en la década de 1920 ampliaría Cipriano Rivas Cherif ("Teatro de la Escuela Nueva", "El Mirlo Blanco", "El Cántaro Roto" y "El Caracol"). La obra que abrió el ciclo fue El reino de Dios, un drama escrito por María Lejárraga, firmado por Martínez Sierra e interpretado por la Bárcena. Pero el proyecto del nuevo empresario del Eslava era tan amplio como ecléctico, alternando géneros tan variados como el drama, la comedia, las variedades, el teatro para niños o la pantomima. Todo ello reforzado con la colaboración de músicos como Manuel de Falla, Conrado del Campo, Pablo Luna, María Rodrigo o Jacinto Guerrero y escenógrafos de nuevo cuño como Rafael Barradas, Manuel Fontanals y Sigfrido Burmann, el único que tenía experiencia anterior en escenografía, al haber trabajado con Max Reinhardt.
Aunque la mayoría de la producción literaria salió del escindido círculo familiar entre Gregorio y María de la O, el empresario dio cancha a otros autores y proyectos: Felipe Sassone que triunfó con A campo traviesa, Eduardo Marquina con El pavo real (en realidad un cuento de Oscar Wilde), el fracaso de Lorca con El maleficio de la mariposa y, como auténtica revelación, la puesta en escena de "La Argentinita" de la 'farsa mímica' en dos cuadros compuesta por Falla y presentada en el Eslava el 7 de abril de 1917, El corregidor y la molinera (luego El sombrero de tres picos).
Habiendo aceptado Martínez Sierra la comedia Los gorriones del Prado del casi novel Alfonso Vidal y Planas, "autor bohemio y un tanto desequilibrado", se presentó el dramaturgo bilbaíno Luis Antón de Olmet con intención de saltarse el turno y estrenar primero. No aceptó el empresario y se puso en escena la comedia de Vidal, con un rotundo fracaso, atribuido por el autor de Los gorriones del Prado al sabotaje promovido por Olmet, impaciente por estrenar su obra. Así las cosas, y estando Olmet en el Eslava el 2 de marzo de 1922, dando los últimos toques al inminente estreno de su obra El capitán sin alma, cuenta la prensa de la época que apareció Alfonso Vidal en el teatro y, tras una discusión y muchas voces e insultos (y con el agravante de una mujer por medio), usó su pistola Star del calibre 9 para 'defenderse de Olmet' que intentaba estrangularle. Poco después, Luis Antón de Olmet fallecía en la Casa de Socorro.
Al final, Alfonso Vidal y Planas, condenado a 12 años de cárcel, solo cumplió Pero el Eslava quedaría maldito, Martínez Sierra se fue a hacer las Américas y el viejo teatro entró en un periodo oscuro del que no saldría hasta 1926, cuando la vedette argentina Celia Gámez montó allí su cuartel general, que abandonó con los primeros cañonazos de la sublevación militar del 18 de julio de 1936.
Resulta indicativo señalar que, como muchos otros teatros de la capital de España, el Eslava no interrumpió su programación durante la guerra civil española. En 1939, tras la toma de Madrid, su programación incluía obras de los Paso o Pilar Millán Astray, reposiciones de La verbena de la Paloma o el Tenorio de Zorrilla, e incluso una versión de La pimpinela escarlata a cargo de Federico Reparaz y Juan Ignacio Luca de Tena.
Al inicio de la década de 1940, la vedette argentina Celia Gámez regresó a España, y en concreto al Eslava, pero esta vez como empresaria-propietaria. La Cenicienta del Palace, Yola, La estrella de Egipto, fueron algunos de los más sonados éxitos de la Gámez. Mediados los años cincuenta, y con el género de la revista en decadencia o a la espera de nuevos alicientes, Célia Gámez abandonó el Eslava a su suerte.
En 1956 y tras una temporada en que fue cerrado por defectos de seguridad,, compró el viejo teatro del pasadizo de San Ginés el hasta entonces director del teatro María Guerrero (1939-1953), Luis Escobar. Con el dramaturgo, actor y marqués como dueño del local, el Eslava recuperó sus momentos felices, con Nati Mistral como estrella rutilante.
Tras el bache que seguiría a la conclusión de la gestión de Escobar en 1963 (en un periodo de crisis teatral en España que solo pudo superar la sangre joven del teatro independiente), y ya en pleno auge de la recuperación del teatro nacional con subvenciones del nuevo gobierno democrático, se estrenó comercialmente en el Teatro Eslava el 19 de septiembre de 1978, Así que pasen cinco años, una cuenta pendiente que tenía el teatro de García Lorca, desde el triste debut del dramaturgo y poeta granadino en el Eslava con El maleficio de la mariposa, en 1920. Cuarenta y dos años después de la muerte de Lorca, esta pieza —última junto a El público— se puso en escena con dirección de Miguel Narros e interpretada por Guillermo Marín, Esperanza Roy, Helio Pedregal, María Luisa San José y Carlos Hipólito entre otros.
"Las chicas del Eslava" es una frase acuñada a lo largo de poco más de un siglo, desde la década de 1870 a la de 1980, para una nómina de actrices, tiples, vedettes, cupletistas, divas y estrellas de muy diverso fulgor y recuerdo. Chicas del Eslava fueron: Luisa Campos, Julia Fons, Carmen Andrés, Loreto Prado, Catalina Bárcena, Celia Gámez, Nati Mistral, Esperanza Roy, Concha Velasco, Norma Duval... y de alguna manera, anónima y singular, María de la O Lejárraga. Convertido el que fuera primitivo Salón Eslava en discoteca Joy Eslava (Teatro Joy Eslava), las chicas del Eslava del siglo XXI, como tantas otras cosas impersonales de la era cibernética, son rostros perfectos y anónimos, danzando entre los fantasmas de la "psicodelia-sicalíptica" de ayer y hoy.
Adquirido el local por el empresario Pedro Trapote a Luis Escobar Kirkpatrick en 1979, la discoteca se inauguró la noche del 24 de febrero de 1981, al día siguiente del Golpe de Estado perpetrado en el Congreso de los Diputados. En la escalera que lleva al despacho del empresario Trapote, las paredes, cubiertas de fotos muestran una iconografía histórica del lugar a través de rostros de clientes como Rafael Alberti, Pedro Almodóvar, Julio Iglesias, Roger Moore, Enrique Múgica, Paco Rabanne, Enrique Tierno Galván, Stevie Wonder (resulta significativa la escasez comparativa de retratos femeninos, de mujer). En 1998 sufrió un incendio que destruyó los frescos que decoraban la histórica bóveda del local. A partir de la segunda década del siglo XXI retomó parte de su nombre original denominándose Teatro Joy Eslava.
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