Un barco varado en el Manzanares.
Cuando en los años 30 el calor apretaba de lo lindo en los veranos de Madrid, ni el más moderno y eficaz aire acondicionado de la época, era capaz de refrigerar los cines y teatros de la capital. Y así, “La Playa de Madrid” y las “Piscinas La Isla” se convirtieron en los lugares de recreo del caluroso estío madrileño para las clases más acomodadas.
El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1930, trajo consigo algunas mejoras para el rio Manzanares que ya estaba canalizado desde principios de siglo, junto al que se crearían algunas zonas para bañistas. La primera canalización del Manzanares dejo una única isla en el centro del río, un pequeño terreno tierra de nadie, de forma alargada y que servía de punto intermedio para cruzar el poco caudaloso rio por medio de dos pasarelas metálicas.
Este terreno fue el elegido para construir una de las obras más significativas de la arquitectura racionalista en España que doto a Madrid con un barco varado en las aguas de su río, con dos piscinas en su interior. Un fantástico regalo para los calurosos veranos madrileños.
El proyecto, obra del gran arquitecto Luis Gutiérrez Soto fue realizado con inusitada rapidez ya que desde los primeros años 30, la isla contaba con refuerzos de hormigón y fabrica de ladrillo en sus orillas que facilitaron en gran medida realizar los trabajos de edificación.
En la planta semisótano, que quedaba bajo el nivel del agua, se situaron la sala de maquinas y los tres vasos con los que contarían las Piscinas La Isla, dos al aire libre a proa y popa de la nave y otro central cubierto. El agua para el llenado se extraía directamente del rio y se sometía a un proceso de filtrado y clorado. La piscina cubierta estaba climatizada mediante un potente sistema de calefacción.
Como si se tratara de un auténtico navío el edificio había sido orientado rio abajo, con el puente de mando orientado hacia el sur. A través de cualquiera de las dos pasarelas se accedía a un amplio vestíbulo en el que se encontraban los mostradores de recepción y la cafetería y desde donde se accedía a la piscina de proa de forma irregular debido a la curva que describía en aquel tramo el cauce del rio y a la cubierta.
Por dos pasillos laterales que corrían paralelos al recinto cubierto era posible acceder hasta la piscina de popa que era más grande y de forma rectangular con una gran zona ajardinada lo que la convertía en la preferida por las familias.
Las Piscinas La Isla comenzaron su singladura en 1932, logrando rápidamente una gran afluencia de público en la época estival, dejando su uso en el invierno para el Club Canoe y el restaurante y sala de fiestas.
Durante la Guerra Civil tiene lugar uno de los episodios más dramáticos de la historia de este edificio, al ser alcanzado por un obús que destruye parte del puente de mando. Pero, pese a los grandes daños sufridos, el edificio se reconstruyo para volver a funcionar tras la contienda con el mismo uso, aunque eso si, llamándose a partir de ese momento, Obra sindical, Piscinas la Isla.
En 1947 las incesantes lluvias hacen que, extrañamente, se desborde el río Manzanares y la isla se hunde parcialmente ante la mirada atónita de los madrileños. Por suerte no hubo que lamentar víctimas y pese a las cuantiosas pérdidas y los graves daños materiales sufridos a causa de esta segunda catástrofe, el recinto volvió a abrir durante algunos años más.
Finalmente, el 1 de febrero de 1954 se clausuran definitivamente las Piscinas La Isla que fueron capaces de sobrevivir a los bombardeos y las inundaciones pero que naufragaron definitivamente ante el siempre imparable progreso.
Ese mismo año 1954, nuevas obras en el cauce del río, hacen que la Isla del Manzanares se hunda para siempre.
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