miércoles, 6 de junio de 2018

Cine Alba



Se dice que el cine Alba surgió a raíz del antiguo barracón de proyecciones Franco-Español propiedad de don Crisanto García del Barrio y Rodríguez que había estado funcionando desde 1902 en un solar entre las calles Ancha de San Bernardo 11 y Flor Baja 2, muy cercano al Hispano Francés o de la Flor, ambos convivían en la misma vía. Este gran barracón diseñado por el arquitecto Manuel Pardo y Pérez de 9,50 metros de ancho y 24,60 de largo se estableció un año después, concretamente el 14 de Agosto de 1903 en un solar en la esquina del la plaza del Progreso con vuelta a la calle del Duque de Alba y funcionó continuamente desde esta fecha hasta al menos 1907.

Después se pierde su rastro y no es hasta 1934 cuando la Sociedad Española de Cine Educativo solicita licencia para la apertura de un cine de Actualidades en la casa hasta ese momento ocupada por el periódico “El Imparcial” en el nº 4 de la calle del Duque de Alba. El edificio del diario “El Imparcial” había sido construido bajo un proyecto del arquitecto Daniel Zabala en un solar de la calle del Duque de Alba nº 4, ocupando seguramente parte del terreno donde se asentaba el antiguo cinematógrafo, dando origen casi con seguridad a la desaparición de este. Aunque se proyectó en 1911 no es hasta el 12 de febrero de 1913 cuando se inaugura la nueva sede de este.

El inmueble que contaba con dos plantas más torreones, se levantaba en un solar de intrincada forma, siendo este muy profundo y agrupando en un solo edificio todas las secciones del periódico, desde la editorial hasta la impresión. Además este edificio comunicaba en su parte posterior con la sala de máquinas de otro diario el “Heraldo de Madrid”, que en conjunto con “El Liberal” formaban el “Trust” de la “Sociedad de Editores de Madrid.”

El ecléctico edificio fue ocupado por el periódico hasta principios de los años 30 cuando se traslada a otra ubicación, momento en el que la Sociedad Española de Cine Educativo pretende arrendar el local para instalar en él un segundo cine tras el éxito del cine Actualidades de la Gran Vía, denominándolo en esta ocasión “Actualidades 2.”

El Arquitecto don Saturnino Ulargui Moreno realizó un magnífico trabajo para cuadrar en la antigua sala de impresión del diario el patio de butacas, y crear ocupando dos de los huecos de su fachada un ancho pasillo de acceso hasta este.
La obra era de consideración, y había que derribar el gran patio con lucernario que tenía en su interior para colocar un nuevo tejado y convertirlo en el espacio principal del cine. Además se realizaría un gran hall vestíbulo de forma circular donde arrancarían los accesos a las localidades de patio y las escaleras al entresuelo.

El nuevo cine ocuparía la parte posterior del inmueble, pero además había que diseñar sobre el papel dos pasillos, uno de entrada y otro de salida, para que el local funcionara como lo hacía su homónimo, con lo cual se complicaba aun más el proyecto. Por otra parte había que construir un anfiteatro con dos salidas también independientes. El arquitecto lo consiguió, y tras crear un laborioso proyecto la empresa se echa atrás, en su nombre don José Joaquín de Abreu e Yturbe secretario general de dicha compañía solicita una cancelación de licencia de obras el 6 de noviembre de 1934, dejando la empresa desierto el proyecto y el local vacio sin haberse realizado ninguna obra en él.

A mediados de 1940 seis años después don Isidro Lorca Jamar solicita licencia para instalar en el mismo local una sala de cine bajo un proyecto de Juan Fernández Yáñez al que se le da el visto bueno y se le concede licencia de apertura el 20 de Julio de 1941. En esta ocasión el proyecto era más sencillo pero en base tenía las mismas premisas, desmontar el entramado metálico que sujetaba un gran bóveda en el centro de la sala de maquinas y elevar los muros medianeros lo que fueran necesarios y sobre estos construir con cerchas metálicas un nuevo tejado que resguardaría el patio de butacas. La entrada y salida de espectadores en esta ocasión ocuparía un único pasillo de cuatro metros de ancho y que tendría entrada desde el hueco más a la derecha de su alzado, el cual debía ser demolido en parte para darle más amplitud, pensando en algún momento incluso en crear un escaparate de la tienda que ocupaba el local contiguo que haría más luminosa y agradable su traspaso. Para ello se colocaría una gran viga metálica y dos postes del mismo material que sujetarían la marquesina y la carga del piso superior. Este largo y alto pasillo se había decorado con sutileza, molduras de escayola que escondían la luz indirecta y vitrinas para exponer los films en proyección, en su fondo y junto a una pequeña y característica taquilla dos huecos de dos hojas cada uno que daban ingreso al vestíbulo del local.

El vestíbulo tenía forma triangular y en su parte más ancha y a ambos lados se construyeron las escaleras de acceso al entresuelo, entre estas dos, tres huecos daban paso al patio de butacas. Los techos de este vestíbulo eran muy altos, y fueron decorados con molduras de escayola y solados con mármoles en tono claros. En el lateral derecho y frente a la puerta de entrada se estableció la contaduría y el despacho de dirección y al otro lado del vestíbulo el aseo para señoras con ventilación directa desde un patio interior de la finca.

A través de los tres huecos del vestíbulo ingresábamos en el patio de butacas, este había sido diseñado de forma asimétrica, teniendo más localidades en uno de sus laterales que el otro debido a la forma del solar. El suelo que había sido elevado 1,50 por encima de su antigua rasante creando para ello un entarimado de madera que descendía suavemente hacia la pantalla confiriendo una perfecta visibilidad a todas las localidades a pesar de haberse colocado dos pilares de sustento del piso de entresuelo.

El techo que formaba el balcón del entresuelo se adornó con una gran estrella de ocho puntas o de Salomón, realizada en escayola y que muy posiblemente en otro tiempo escondiera la iluminación indirecta de esta parte del patio de butacas. Este mismo detalle se repetía nuevamente sobre la embocadura de la pantalla, enmarcada por dos molduras verticales que se desarrollan por el techo hasta llegar sobre las localidades de entresuelo. A ambos lados de la pantalla dos hornacinas con detalles en escayola escondían los altavoces del sistema sonoro. El resto de los techos estaban decorados con abultados de escayola coloreados con detalles dorados. La clara influencia del art decó quedaba patente además en unas grandes esculturas que adornaban los laterales de la sala, realizadas en escayola y que resaltaban sobre el color oscuro del resto del paramento y que al igual que las estrellas posiblemente fuesen los originarios sistemas de iluminación.

El patio de butacas estaba formado originariamente por 297 butacas perfectamente ordenadas en 16 filas y separadas por dos anchos pasillos de un metro cada uno.

El acceso a las localidades del entresuelo se realizaba como habíamos citado anteriormente desde el vestíbulo principal, a través de dos tiros de escalera laterales. Las escaleras llegaban hasta un vestíbulo de entresuelo y continuaban su trayecto ingresando en el interior de la sala y dando acceso a las localidades superiores. El arquitecto había tenido especial cuidado en la seguridad y por esa causa enfrentó las salidas y entradas al entresuelo, con las escaleras principales que guiaban sin ningún tipo de obstáculo al desalojo rápido y ordenado en caso de siniestro.

El piso de entresuelo contaba con otras 203 localidades más repartidas en el entresuelo y dos palcos laterales que se configuraban en forma circular en los extremos del balcón de anfiteatro. Aquí la decoración era idéntica a la del patio, suelos de madera sobre bancadas de fábrica, molduras realizadas con escayolas de finas líneas coloreadas en tonos verdosos y dorados, y barandillas tubulares niqueladas. La visión y el sonido eran perfectos incluso desde la última fila, configurando una pequeña sala muy acogedora y perfecta para las proyecciones sonoras.

En el pequeño vestíbulo del entresuelo que se encontraba bajo la rampa del anfiteatro y que habíamos descrito anteriormente se había construido además como nexo de unión entre las localidades y el ambigú del bar. Este se encontraba dos metros más arriba y a él se accedía por una escalera central que estaba adornada con barandillas del mismo estilo que las del principal al igual que los balcones que se conformaban el los huecos laterales. En el ambigú había luz natural proporcionada a través de dos huecos de ventana y una puerta que se encontraban al fondo de la sala y que servían de acceso a una terraza.

En la misma planta y junto a la barra del bar había una puerta de acceso a un almacén y enfrentado a esta otras tres, una de ella la ocupaban los aseos de caballeros, otra un almacén con dos ventanas al patio interior y la última de desalojo en caso de emergencia que bajaba hasta el sótano y subía hasta la planta primera donde estaba la cabina y que antiguamente se había utilizado como escalera de servicio del diario “El Imparcial”. Desde el propio pasillo de entrada al local en la planta calle se podía acceder a esta escalera por lo que servía de entrada directa a la cabina de proyección sin tener que pasar por dentro del cinematógrafo.

Ascendiendo por dicha escalera se subía un piso más y tras una puerta se encontraba un amplio espacio con dos ventanas, que servía de distribuidor hacia el cuarto del operador, la cabina de proyección y el aseo del servicio. La cabina construida con materiales ignífugos y con puerta de hierro y apertura hacia el exterior estaba dotada de dos proyectores marca Bauer.
Bajando a través de la misma escalera de servicio que nos había hecho llegar hasta la cabina se accedía al sótano, en él y cruzando un patio interior llegábamos hasta el cuarto de calderas y la carbonera donde además se había instalado el sistema de clima artificial marca Geal. Contaba con una magnífica caldera marca Roca de 8 elementos y con potencia de 96.000 calorías.
El sistema de calefacción se realizaba a través de radiadores establecidos por todo el local, además había varias rejillas de renovación de aire que proporcionaban un ambiente seco y agradable en invierno y al menos húmedo en verano.

Su pequeña entrada fue completada por una minúscula marquesina sobre la que se instaló el luminoso “Cine Alba”. Un sencillo cierre de tijera impedía el paso al público al largo pasillo que servía de antesala al cine. Abrió sus puertas el 21 de junio de 1941 con la película “Tras las Montañas” y “Noticiarios UFA”, desde ese momento funcionó en sesión continua y consiguió grandes éxitos en su carrera.
En los años 60 pasó a manos de Cecilio Gómez que lo explotó conjuntamente con el resto de locales que poseía la familia, modificando mínimamente su fisonomía, modernizando sus localidades y cambiando los antiquísimos proyectores Bauer por otros dos de la marca Warner.
Ante la decadencia del negocio a finales de los años 70 se trasforma en una sala de proyecciones “S” donde cada día se pasaban en sesión continua varias cintas de alto contenido sexual. Finalmente y tras un periodo en esa modalidad, el 10 de marzo de 1986 pasó a convertirse en una sala “X” junto a otras quince en la capital.

El cine Alba mermaba su aforo con cada reforma, la instalación de butacas más espaciosas y cómodas y la supresión de los antiguos palcos y las primeras filas del patio redujeron hasta 380 sus localidades. A partir de su conversión en cine X se incorporó un nuevo sistema de proyección y las cintas en 35 mm se alternaban con el súper VHS que terminó sustituyéndolas, después llegó el DVD sistema que conserva en la actualidad.

Sus antiguos empleados, que llegados desde otros cines de la cadena terminaron trabajando en este local tan normal para ellos y tan lejano, desconocido e inquietante para nosotros, recuerdan con añoranza tiempos mejores en los que los padres venían con sus hijos a ver una sesión continua en la que quizás no hubiera ni siquiera una escena de sexo.
Los antiguos proyectores decoraron el ambigú muchos años, hace algunos meses uno de ellos, el número 2 se trasladó al cine Palafox y en ese lugar continua, y el otro, el número 1 fue regalado al “Museo del cine” situado en Villarejo de Salvanés.

Sin duda alguna el cine Alba es una joya del Madrid de los años 40, escondido y enmascarado tras un velo de pornografía, su antiguo jefe de cabina Rafael Sánchez que lleva en este local más de 30 años sueña con un día en el que el cine vuelva a relucir como nuevo y en su puerta se vuelvan a agolpar los espectadores impacientes por ver una proyección en sesión continua. Lo curioso es que a pesar de todos los cambios este cine sigue proyectando cine en sesión continua aunque ni tan siquiera se puedan mostrar los afiches y carteles de la película que se está pasando. Rafael desde hace ya muchos años es el encargado de crear bajo su ingenio carteles para cada una de estas frías películas, único reclamo del local, lo que le ha valido incluso el merecimiento de un libro que bajo el título de “Cartelesx y Postersx” hace un repaso por algunos sus mejores trabajos.

Hace unos años una reforma le ha devuelto su color original a la fachada del antiguo edificio y la marquesina y el cartel anunciador han desaparecido. Tan solo los parroquianos más asiduos saben que al fondo de ese hoy triste pasillo se encuentra una sala “X”, competidores tiene pocos, el cine Cervantes de la Corredera Baja y hasta hace unos meses el cine Postas de la calle del mismo nombre. Aunque parezca mentira, el cine Alba aún es rentable y seguirá funcionando por el momento. Quizás llegue un día en el que todos podamos contemplar de nuevo lo que fue una de las salas en sesión continua más querida por los vecinos y que mejor guarda la esencia del verdadero cine, ese que ya no existe.

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