En el pequeño promontorio llamado Montaña del Príncipe Pío en honor a uno de sus antiguos propietarios, el Príncipe Pío de Saboya, ubicó los fusilamientos del 3 de mayo de 1808 don Francisco de Goya y Lucientes.Aquella escena, que retrataría magistralmente, sería un testimonio atemporal de los horrores de la guerra. Otra guerra, la Guerra Civil Española, daba uno de sus primeros sangrientos coletazos en ese mismo lugar. El 20 de julio de 1936 se produjo el asalto al Cuartel de la Montaña, situado en aquel cerro.
La batalla nos dejaría, además de un trágico balance, una imagen del fotógrafo Alfonso Sánchez Portela que está grabada a fuego en la retina de todo aquel que la haya visto alguna vez. En ella aparece el suelo del patio del cuartel cubierto de cadáveres. Una imagen de horror como aquella que nos legó Goya para la posteridad algunos años antes. En ese lugar, marcado por la impronta del dolor y de la muerte, se alza hoy un insólito monumento.
El Templo de Debod tuvo su emplazamiento original en la Baja Nubia, al sur de Egipto, en el camino que llevaba al complejo religioso dedicado a la diosa Isis, en la isla de File. El primer templo data del siglo II a.C. y fue construido por mandato del rey Adijalamani de Meroe. En el siglo VI, al ser clausurados los santuarios de Isis en File, el templo cayó también en desuso. Tras la construcción de la Gran Presa de Asuán el patrimonio arqueológico de la Baja Nubia amenazaba con ser anegado.
El templo de Debod fue donado al gobierno español en el año 1968 en agradecimiento por la ayuda prestada en la recuperación de Abu Simbel. Llegó a Madrid en cajas, comletamente desmontado. La reconstrucción no fue sencilla ya que algunos sillares se perdieron. El 20 de julio de 1972, 36 años después del asalto al Cuartel de la Montaña, se inauguró oficialmente.
El lugar tiene algo de siniestro pero también tiene los que probablemente sean los mejores atardeceres de toda la capital. Dicen que al caer la noche, cuando no queda un alma, suele aparecerse un gato negro. La imaginería popular ha querido identificar a ese gato con el dios egipcio Amón, "el oculto". Se dice que la diosa Isis dio a luz a Horus en ese preciso lugar, o bien que comenzó a sentir allí los dolores del parto.
En sus paredes todavía se pueden ver enigmáticos dibujos y jeroglíficos aunque el vandalismo y el paso del tiempo han hecho estragos. Pocos sospechan lo que se esconde en esa montaña cuando intentan retratar con su cámara una panorámica muy diferente de aquella que retratara Goya. Muy pocos saben que ese gato con el que alguna noche se han cruzado es la reencarnación del dios supremo del panteón egipcio. Poco sabemos, en definitiva, acerca de los misterios que oculta ese pedacito de Egipto que adorna Madrid.
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