A pesar de su carrera criminal, se jactaba de no tener delitos de sangre, lo que no evitó que fuese ejecutado el 6 de noviembre de 1837.
Nació en una carpintería de la calle del Calvario en 1804, tercer hijo de un matrimonio que vivía sin agobios económicos y que dio estudios a Luis en el colegio de San Isidro.
Aquí empezó la leyenda, ya que empezó a hacer bandas, provocar peleas y fue expulsado a causa de que un clérigo le dio una bofetada y él respondió dándole dos. A pesar de su separación de la enseñanza, siguió leyendo todo libro que caía en sus manos, teniendo así una formación autodidacta.
Desde temprana edad le gustaba vestir bien y tener buenos modales, además de ser alborotador y díscolo, como demuestra que ya a los 15 años hizo su primer robo y poco después fue detenido y apresado en la Cárcel de Villa, por deambular por la Plaza de Santa Ana a altas horas de la madrugada.
Con 19 años perdió a su padre, replanteándose un poco su vida y dedicándose a ser librero. Pero duró poco esta situación, ya que fue condenado a seis años de cárcel por robar dos caballos y una mula. En su primera época de delincuente, entre 1823 y 1830, dicen que se dedicó a conquistar mujeres y vivir a costa de ellas, reconociéndose como un Don Juan.
Era moreno, bien parecido, dientes blancos, con patilla ancha y flequillo bajo el pañuelo, bien afeitado, calañés, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de mucho tirar.
Poco después se dedicó al latrocinio y salió triunfante de dos duelos, uno de ellos contra Paco El Sastre, que luego sería su amigo, lo que le hizo respetable en los barrios de Madrid.
Para poder costearse sus gastos formó una cuadrilla en 1835, entre cuyos componentes destacaron Paco El Sastre, Francisco Villena, Mariano Balseiro, Leandro Postigo, Juan Mérida, José Sánchez El del peso, Pablo Maestre, Pablo Luengo El Mañas y los hermanos Cusó (Antonio y Ramón), con los que se reunía en La taberna del Cuclillo, en La Taberna de Jerónimo Morco, que pertenecía al cuñado de Balseiro, en la calle de Mesón de Paredes, "La Taberna de la Paloma" en la calle de Preciados, la de "Traganiños", en la calle de los Leones junto a la calle de Jacometrezo y en la taberna de El Tío Macaco, en la calle de Lavapiés.
Todas ofrecían el mejor servicio a la banda, buen vino, buenas "cantaoras", buen escondite y buena compañía femenina; realizó diversas fechorías, cada vez más arriesgadas y con mayor botín, que por su ingenio y buen humor fueron cantadas por los madrileños con cierto cariño.
Tenía doble vida, indiano adinerado y respetado de día (cuyo falso nombre era el de Luis Álvarez de Cobos, hacendista en el Perú) y truhan de noche, cuando salía por la puerta de atrás de su casa, ubicada en la calle Tudescos nº5, convertido en el rey de los bajos fondos.
Se dedicaba a robar, con su máxima de que la fortuna estaba mal repartida, pero nunca llegó a matar a nadie en ninguna de su acciones. Era extremadamente delicado en ellas, no usando la violencia.
Siempre vivió bien y nunca gustó de los oficios mecánicos, siendo ésta una de las causas de que se entregara a la delincuencia. Cuando era detenido y apresado, era fácil que se escapara ya que sobornaba a carceleros o, simplemente, lograba fugarse.
En una de sus "visitas" a la cárcel, conoció al político Salustiano de Olózaga, al cual ayudó a escaparse, quedando este último muy agradecido a Luis Candelas. Se dice que luego se reencontraron y Salustiano fue el que inició en la masonería al bandolero, ingresándolo en la "Logia Libertad". A partir de este hecho, muchas noches Luis Candelas lucía una capa negra con símbolos masones.
Hubo tres mujeres que marcaron su vida. Se casó en los carnavales de 1827 en la Parroquia de San Cayetano, con Manuela Sánchez, viuda de 23 años que también había pasado por la cárcel. Ya en la luna de miel, encontrándose en Zamora, vieron que no eran compatibles y Candelas la abandonó en las Navidades de ese mismo año. Luego tuvo como amante a una chica llamada Lola La Naranjera, la cual tenía amigos importantes que conseguían sacar de la Cárcel de la Villa a Luis tan pronto como entraba por delito de hurto. La Naranjera además era la amante favorita del mismísimo rey Fernando VII. La última de sus amantes importantes, la de su perdición, fue Clara, muchacha de clase media y familia honesta, con la cual se fue a vivir a Valencia. Aquí siguió robando alguna joya para vivir holgadamente.
En esta época el rey ya había muerto, la Primera Guerra Carlista estaba en auge y los liberales tenían el gobierno. Cometió el error de hacer dos atracos importantes, asaltando a la modista de la Reina en su taller, y al embajador de Francia y su señora en una diligencia.
Con lo que volvió a estar perseguido por la justicia, huyendo con Clara hacia Inglaterra, pero cuando llegaron a Gijón, Clara no estuvo dispuesta a partir, con lo que decidieron volver a Madrid, siendo detenido el 18 de julio de 1837 en el puesto de aduanas del puente Mediana situado en el camino real de Valladolid a Toledo, en el término municipal de Alcazarén, después de pernoctar en esta población, en la posada situada en la calle Real esquina con la calle Luis Candelas (frente a la iglesia de San Pedro).
Lo llevaron a Valdestillas y, luego, a Valladolid. Trasladado a Madrid, acusado por más de 40 robos constatados, fue juzgado el 2 de noviembre, siendo condenado a morir por garrote vil. Pidió clemencia a María Cristina de Borbón, pero le fue denegada. Murió el 6 de noviembre de 1837 con 33 años. Se le ha adjudicado, cuando estaba al pie del garrote, la frase: «¡Adiós Patria mía, sé feliz!».
La canción “Coplas de Luis Candelas” con letra de Rafael de León y música de Manuel López-Quiroga, dice así:
Decidle al señor alcalde,
decidle al corregidor
que yo por Luis Candelas
me estoy muriendo de amor.
Decidle que es un canalla,
decidle que es un ladrón,
y que he dejado que robe
con gusto mi corazón.
Que corra de boca en boca
esta copla que yo canto
como si estuviera loca.
Debajo de la capa de Luis Candelas
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para perderte
y yo te busco sólo para quererte.
Que la calle en que vivo está desierta
y de noche y de día mi puerta abierta.
Que estoy en vela
Que estoy en vela
para ver si me roba
-¡Ay!- Luis Candelas.
Anoche una diligencia,
ayer el palacio real,
mañana quizá las joyas
de alguna casa ducal.
Y siempre roba que roba,
y yo por él siempre igual,
queriéndolo un día mucho
y al día siguiente más.
Y no importa que la gente
mi canción, que va en el viento,
traiga y lleve maldiciente.
Debajo de la capa de Luis Candelas
mi corazón amante vuela que vuela.
Madrid te está buscando para perderte
y yo te busco sólo para quererte.
Que la calle en que vivo está desierta
y de noche y de día mi puerta abierta.
Que estoy en vela
Que estoy en vela
para ver si me roba
-¡Ay!- Luis Candelas.
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